2. ¿Es sabio minimizar, como lo hacen algunos, las muchas exhortaciones prácticas a la santidad que se encuentran en el Sermón del Monte y en la parte final de las epístolas de Pablo?
Ningún creyente bien instruido disputará la necesidad de una caminata cotidiana con Dios y del hábito regular de acudir al Señor Jesucristo en oración y meditación. Pero el Nuevo Testamento no se contenta con enseñarnos en esos términos generales. En lugar de eso, descubrimos que habla de muchos detalles y de cosas particulares.
El uso de nuestras lenguas, de nuestros temperamentos, de nuestras inclinaciones naturales, de nuestra conducta como padres o hijos, jefes o siervos, esposos, esposas, gobernantes, súbditos, de nuestro comportamiento en la enfermedad o en la salud, en riquezas o en pobrezas, todos esos son asuntos sobre los cuales la Biblia nos habla en detalle. La santidad es algo más que lágrimas y suspiros, excitación corporal, pulso acelerado, apego apasionado a algún predicador o grupo religioso. “Es ser hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8: 29); es algo susceptible de ser visto por los demás, en el detalle de nuestro carácter, de nuestros hábitos y de nuestro comportamiento diario.
C. H. Ryle - Aspectos de la Santidad
domingo, 17 de abril de 2011
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