Tal como les he advertido antes, aborrezcan la doctrina de la paternidad universal de Dios, pues es una mentira, y un profundo engaño. Asesta puñaladas al corazón, primero, de la doctrina de la adopción, que es enseñada en la Escritura, pues ¿cómo puede Dios adoptar a los hombres si ya todos son Sus hijos? En segundo lugar, asesta puñaladas al corazón de la doctrina de la regeneración, que es enseñada ciertamente en la Palabra de Dios. Ahora, es por la regeneración y la fe que nos convertimos en hijos de Dios, pero ¿cómo podría ser eso si ya somos hijos de Dios? “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. ¿Cómo podría Dios dar a los hombres el poder de convertirse en Sus hijos si ya lo tuvieran? No crean en esa mentira del diablo, sino crean en esta verdad de Dios: que Cristo y todos los que están en Cristo por una fe viva, pueden regocijarse en la Paternidad de Dios.
C. H. Spurgeon, sermón #2311 - La última palabra de nuestro Señor desde la cruz.
lunes, 8 de marzo de 2010
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