Menton
12 de Enero de 1891
A los Oficiales de la Iglesia,
Mis amados hermanos:
¡Otra muerte entre nosotros, demasiado pronto! Es una fuerte voz para que todos estemos listos.
Habría deseado mucho estar en casa, pues el señor Carr era un antiguo compañero, y posiblemente era mejor conocido y valorado por mí que por nadie más, puesto que me apoyaba de muchas maneras privadas en mis publicaciones. Era inconmovible como el acero a favor de la verdadera fe y, para mí, era como su abogado. Era excéntrico en su comportamiento, pero en doctrina retenía la forma de las sanas palabras con gran firmeza.
Estoy seguro de que, en mi ausencia, harán todo lo que les permita el severo clima para hacer que la familia y el mundo vean cómo respetamos a un antiguo compañero y a un líder hermano.
Algunas letras de condolencia vendrían bien de parte de ustedes como cuerpo de diáconos y ancianos: yo sé que lo habrían pensado sin necesidad de mi sugerencia.
Oren también por la señora Carr, con esa gran familia, muchos de cuyos miembros son todavía jóvenes y muchachos. ¡Qué responsabilidad para ella! ¡Que el Señor los bendiga!
Al enterarme del persistente mal clima, he decidido aceptar el consejo telegrafiado por los diáconos y apoyado por las cartas de muchos valiosos amigos, y voy a permanecer aquí otra semana, no ocioso, sino almacenando pólvora y municiones para la lucha.
Hermanos, ustedes saben que yo los amo, y yo sé que ustedes también me aman.
Suyo en Cristo Jesús
C. H. Spurgeon
viernes, 30 de octubre de 2009
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