viernes, 16 de octubre de 2009

Cartas desde el sufrimiento - No.39

Menton
6 de Diciembre de 1890

Queridos amigos:

Hasta esta fecha no he tenido oportunidad de disfrutar de un descanso, pues al principio estaba sufriendo y ahora me estoy recuperando gradualmente. Esto, sin embargo, no es tiempo perdido siempre y cuando reciba gracia para sacar provecho de las pruebas. Hemos de buscar siempre la santificación a través de la aflicción en lugar de tratar de escapar de ella.

No tengo ninguna duda de que hay una gran sabiduría en que el Señor ponga en un rincón Sus instrumentos. Es para Su propia gloria, pues mediante eso demuestra que no los necesita; y también es para la humillación de esos instrumentos, pues así aprenden cuán profunda es la necesidad que tienen de Él. Recibir ininterrumpidamente bendiciones a través de un canal podría engendrar, en nuestros necios corazones, una confianza idolátrica en los medios; por tanto, viene un receso en el uso de los medios para que el Señor sea recordado más tiernamente. Podemos estar seguros de que si el Señor seca la cisterna es porque quiere que acudamos presurosos a la fuente de inextinguible fuerza.

Deseo alegrarme porque, en todos estos treinta y seis años, abrumado tan frecuentemente por las enfermedades, nunca me he visto impedido de preparar el sermón semanal o la revista mensual. Siempre ha habido ya sea un intervalo de poder, o me he adelantado en el trabajo cuando el golpe de la enfermedad me ha arrumbado. ¿No podría decir: ‘Hasta aquí nos ayudó Jehová’? Habiendo recibido ayuda de Dios continúo hasta este día, y voy a permanecer en mi llamamiento en tanto que tenga trabajo que hacer para el Señor.

Envío mis amorosas salutaciones cristianas a todos mis oyentes y lectores con mis sinceras peticiones de oraciones por mí, personalmente, y por una bendición para mis sermones y para toda la obra del Tabernáculo Metropolitano.

Los tiempos han perdido el rumbo; los muros de las alianzas humanas se están derrumbando; la moda de este mundo está pasando, ‘Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada’.

Suyo en amoroso servicio por nuestro Señor Jesús

C. H. Spurgeon

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