Cristo no estaba nunca lejos de los pensamientos o de la conversación del señor Spurgeon. En una ocasión, estando en Roma, subió hasta la parte más alta del Coliseo, contempló la arena donde tantos cristianos murieron por su fe, y allí comenzó a cantar:
No me avergüenzo de reconocer a mi Señor
O de defender Su causa;
Mantener el honor de Su palabra,
La gloria de Su cruz.
En una de las muchas conferencias sobre viajes que dictó, concluyó así:
"Si no pueden viajar, recuerden que nuestro Señor Jesucristo es más glorioso que todo lo demás que pudieran ver jamás. Tengan un visión de Cristo y habrán visto mucho más de lo que los montes y las cascadas y los valles y los mares pudieran mostrarles. La tierra podría darles su belleza, y las estrellas su brillo, pero todo ésto, reunido, no podría rivalizar con Él."
Tomado de: Spurgeon, Heredero de los Puritanos. Ernest W. Bacon.
viernes, 13 de marzo de 2009
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