Menton
28 de Diciembre de 1879
Mis queridos hermanos:
Ahora que estamos iniciando nuestros servicios especiales, los exhorto a laborar como un solo hombre para que todo resulte un éxito. La obra del Señor es enviar la bendición, pero, como regla, Él comienza a obrar en los pecadores despertando antes que nada a Su propio pueblo. Nosotros creemos en la gracia, y únicamente en la gracia, pero sabemos por experiencia que el verdadero avivamiento no es una calabacera que brota inesperadamente mientras los hombres duermen, sino que, como el ángel de Belén, visita a aquellos que se mantienen vigilantes sobre sus rebaños durante la noche. Para nosotros, la gracia es como el vino nuevo, refrescante e inspirador, y no como una poción soporífera que genera la somnolencia de la inacción. Los señores Smith y Fullerton, que dirigen los servicios, han demostrado su idoneidad para el puesto por su éxito en otras congregaciones. Si el agrado del Señor no prospera en sus manos entre nosotros, será culpa nuestra, y no suya.
Lo que se requiere es, antes que nada, mucha oración. Todo el pueblo del Señor puede integrarse a esta actividad. Asistan a la reunión de oración del mediodía, de ser posible, y si no, de igual manera, oren. Sin el Espíritu Santo no somos nada, y únicamente la oración puede obtener Su ayuda. El siguiente paso práctico es dar a conocer las reuniones. La gente no puede asistir a los servicios si desconoce que se están llevando a cabo unas reuniones. El gasto publicitario es muy grande si se deja que lo hagan únicamente las autoridades de casa; pero si cada persona divulgara las noticias, se tendría un medio de publicidad más efectivo, y podría llevarse a cabo en gran escala y con muy pocos desembolsos. Si no pueden predicar el Evangelio, todavía pueden ganar un alma dando a conocer que el Evangelio está siendo predicado. La tercera acción necesaria es llevar gente. Persuadan a sus amigos y vecinos a que asistan. Recorran todo un distrito. Hagan visitas casa por casa para entregar invitaciones. ‘Fuércenlos a entrar’, y después de haber hecho esto, hablen personalmente con la gente. Hablen a nombre de Jesús, aunque sea con labios balbuceantes, tanto antes como después de los mensajes de los predicadores. Los buenos sermones necesitan un seguimiento por medio de súplicas personales. Dios bendice con frecuencia los débiles esfuerzos; en verdad, Él no permite que el verdadero esfuerzo caiga al suelo. ¡Cómo desearía poder persuadir a TODOS los miembros de la iglesia para que participen en la Guerra Santa! Dios sabe cuánto desearía poder estar con ustedes en estas circunstancias. Mis debilidades me impiden participar en la campo de la sagrada acción, pero mi corazón los vigila. Así como han servido al Señor en mi presencia, también les pido que le sirvan mucho más en mi ausencia; que, de ser posible, mi falta de servicio sea compensada por el excedente de la labor de ustedes. No sólo tienen que desempeñar su propia labor, sino la mía también. Sean pastores para los corderos y para las ovejas descarriadas. Si no pueden ocupar el púlpito, pregonen la misma ‘vieja, vieja historia’ que es el único mensaje con el que ha resonado durante muchísimos años. Yo envío mi más ferviente amor cristiano a sus amados diáconos y ancianos, suplicando a todos ustedes, a todos juntos, que se unan en el servicio del amor con todas sus fuerzas.
Suyo afectuosamente,
C. H. Spurgeon
Nota: el señor Spurgeon publicó esta carta en su revista La Espada y la Cuchara del mes de Febrero de 1880 con este comentario: ‘Insertamos la siguiente carta que enviamos a casa, porque podría mostrarle a otras iglesias cómo la totalidad de los miembros puede ayudar en los servicios especiales, y alcanzar el éxito con la bendición divina’.
sábado, 13 de diciembre de 2008
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