jueves, 31 de octubre de 2013

¿Acaso gran parte de la predicación de hoy en día no es un juego?

Mientras los predicadores juegan con demasiada frecuencia con la predicación, cuánto se les parece la conducta de los oyentes. Oír es con frecuencia meramente un ejercicio crítico, y la pregunta después de un sermón no es “¿Qué tan aplicable era esa verdad a tu caso?”, sino “¿qué te pareció él?”, como si tuviese algo que ver con la verdad. Cuando escuchas música, ¿acaso preguntas: “Qué te pareció la trompeta?” No, tu mente piensa en la música, no en el instrumento; sin embargo, las personas consideran siempre al ministro antes que a su mensaje. Muchos comparan a un predicador con otro, cuando harían mejor en compararse ellos mismos con la ley divina. Escuchar así el Evangelio hace que se degrade a un simple pasatiempo, y que se juzgue que es escasamente superior a un entretenimiento teatral. Tales cosas no deben ser. Los predicadores deben predicar como para la eternidad y deben buscar fruto; y los oyentes deben practicar lo que oyen, o de otra manera, la sagrada ordenanza de predicar cesará de ser el canal de bendición, y más bien será un insulto para Dios y una burla para las almas de los hombres. 
C. H. Spurgeon - Dos Clases de Oyentes.   

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