jueves, 14 de junio de 2012


Hay pacientes en Londres que estarían muy felices de ser recibidos en un hospital. Estarían felices si pudieran ser llevados mañana por la mañana a algunas de esas nobles instituciones, para ser cuidados allá. Pero hay personas que están peor que ellos, pues hay algunos que no podrían ser transportados a un hospital, ya que podrían morir en el camino. Si han de ser sanados del todo alguna vez, están en una condición tan mala, que el doctor tiene que visitarlos. ¡Oh!, y ése es también el caso de algún pecador, y algunos lo sienten, y por esto tenemos la oración: “Visítame con tu salvación”. “Aquí, Señor, me postro delante de Ti, tan arruinado por el pecado que escasamente puedo volver mis ojos a la cruz; estoy muy ciego. Es cierto que Tu gracia puede salvar, pero mi mano está paralizada, y no puedo asir Tu gracia. Es verdad que Tu amor puede penetrar mi corazón, pero, ¡ah!, mi corazón se siente tan duro; entonces, ¿cómo puede entrar allí Tu amor? Oh, Salvador, Tú tienes que hacerlo todo por mí, pues mi caso es desesperado”. Cristo ama tales casos. Él vino a buscar y a salvar, no a los medio perdidos, sino a los perdidos. Deposita tu caso desesperado en Sus manos, ya que Él ha salvado a pecadores desesperados miles de veces, y los seguirá salvando todavía. Yo pido que antes de que descanses esta noche, antes de que te retires a tu cama, y te atrevas a cerrar tus ojos, que ésta sea la oración de tu corazón: “Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación”. 
C. H. Spurgeon - Un Ruego Excelente

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