Hay pacientes en Londres que
estarían muy felices de ser recibidos en un hospital. Estarían felices si
pudieran ser llevados mañana por la mañana a algunas de esas nobles
instituciones, para ser cuidados allá. Pero hay personas que están peor que
ellos, pues hay algunos que no podrían ser transportados a un hospital, ya que
podrían morir en el camino. Si han de ser sanados del todo alguna vez, están en
una condición tan mala, que el doctor tiene que visitarlos. ¡Oh!, y ése es
también el caso de algún pecador, y algunos lo sienten, y por esto tenemos la
oración: “Visítame con tu salvación”. “Aquí,
Señor, me postro delante de Ti, tan arruinado por el pecado que escasamente puedo
volver mis ojos a la cruz; estoy muy ciego. Es cierto que Tu gracia puede
salvar, pero mi mano está paralizada, y no puedo asir Tu gracia. Es verdad que
Tu amor puede penetrar mi corazón, pero, ¡ah!, mi corazón se siente tan duro;
entonces, ¿cómo puede entrar allí Tu amor? Oh, Salvador, Tú tienes que hacerlo
todo por mí, pues mi caso es desesperado”. Cristo ama tales casos. Él vino a
buscar y a salvar, no a los medio
perdidos, sino a los perdidos. Deposita
tu caso desesperado en Sus manos, ya que Él ha salvado a pecadores desesperados
miles de veces, y los seguirá salvando todavía. Yo pido que antes de que
descanses esta noche, antes de que te retires a tu cama, y te atrevas a cerrar
tus ojos, que ésta sea la oración de tu corazón: “Acuérdate de mí, oh Jehová,
según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación”.
C. H. Spurgeon - Un Ruego Excelente
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