martes, 19 de junio de 2012


Esclavos que temen la maldición de Dios, aplíquense a sudar y a trabajar arduamente. Nosotros somos Sus hijos, y sabemos que no puede expulsarnos de Su corazón. Que Dios nos libre de la infame servidumbre de la doctrina que hace que los hombres teman que Dios pueda ser infiel, que Cristo pueda divorciarse de Su propia esposa y que pueda permitir que los miembros de Su propio cuerpo perezcan; que muera por ellos y, sin embargo, que no los salve. Si hay alguna verdad que la Escritura enseña, es que los hijos de Dios no pueden perecer. Si este Libro nos enseña algo, si no es una ficción de principio a fin, nos enseña en cien lugares que “Proseguirá el justo su camino, y el limpio de manos aumentará la fuerza”. “Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”.
C. H. Spurgeon - ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca!

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