Esclavos
que temen la maldición de Dios, aplíquense a sudar y a trabajar arduamente. Nosotros
somos Sus hijos, y sabemos que no puede expulsarnos de Su corazón. Que Dios nos
libre de la infame servidumbre de la doctrina que hace que los hombres teman
que Dios pueda ser infiel, que Cristo pueda divorciarse de Su propia esposa y
que pueda permitir que los miembros de Su propio cuerpo perezcan; que muera por
ellos y, sin embargo, que no los salve. Si hay alguna verdad que la Escritura enseña, es que
los hijos de Dios no pueden perecer. Si este Libro nos enseña algo, si no es una
ficción de principio a fin, nos enseña en cien lugares que “Proseguirá el justo
su camino, y el limpio de manos aumentará la fuerza”. “Los montes se moverán, y
los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto
de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”.
C. H. Spurgeon - ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca! ¡Nunca!
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