En nuestros días se predica mucho acerca de las doctrinas de nuestra fe, se debate acerca de ellas, se estudian y se divulgan por todos los medios disponibles, pero se nos olvida la persona de nuestro Señor Jesucristo, que nos revela toda la verdad. Las doctrinas verdaderas emanan de Su persona. Por esa razón me parece muy pertinente el comentario que hace el pastor Charles Haddon Spurgeon a ese respecto:
"El apóstol predicaba las doctrinas del Evangelio, pero no las predicaba aparte de la persona de Cristo. ¿Acaso muchos predicadores no cometen un grave error al predicar doctrina en vez de predicar al Salvador? Ciertamente las doctrinas han de ser predicadas, pero deben ser consideradas como los ropajes y las vestimentas del hombre Cristo Jesús, y no como si estuvieran completas en sí mismas. Yo amo la justificación por la fe y espero no dudar nunca acerca de esa grandiosa verdad, pero la mejor manera de expresarla me parece que es por medio de la eficacia limpiadora de la sangre preciosa. Yo me deleito en la santificación por el Espíritu, pero ser conformado a la imagen de Jesús es todavía una manera más dulce y más contundente de verla. Las doctrinas del Evangelio son un trono de oro sobre el que se sienta Jesús, como rey y no una dura piedra fría rodada a la puerta del sepulcro en el que Cristo permanece oculto".
C. H. Spurgeon - Las inescrutables riquezas de Cristo.
miércoles, 26 de enero de 2011
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1 comentario:
Cierto hermano, necesitamos hablar más de nuestro Salvador. No sé si recuerda, en un sermón Spurgeon dijo también que los antiguos creyentes no predicaban tanta doctrina, predicaban de Cristo; sus manos, sus heridas, sus pies, etc. Dulce es el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Alabado sea el Rey eternamente y para siempre.
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