jueves, 20 de enero de 2011

Cartas desde el sufrimiento - No.59

Menton
31 de Diciembre de 1891

Mis queridos amigos:

Lamento que mi carta de la semana pasada llegara a Londres demasiado tarde para que pudiera ser leída el domingo, pero ésto fue ocasionado por demoras en los trenes, y no por una omisión de parte mía. Ha sido un gesto muy amable de parte de tantos periódicos publicarla, pues de esa manera, confío que la mayoría de ustedes ya la ha leído.

Creo que estoy en lo correcto al reportar que ha habido un mayor cambio en la enfermedad del que se hubiera podido hablar antes. Es todavía un gran desgaste para mí, pero como ha habido mejoría hasta el momento, yo creo que el combate contra la enfermedad hará progresos más rápidos. Qué gozo será estar dentro de una medible distancia del tiempo de poder regresar a mi púlpito y a ustedes. No he llegado todavía a ese punto.

Que el Señor disponga ahora que la nube de bendición se abra sobre ustedes y genere una gran lluvia tropical. Yo estoy esperando eso. Agradecido más allá de lo expresable por todo lo que el Señor ha hecho y está haciendo, estoy ávido de más. La indulgencia en la codicia es pecaminosa, pero no ‘cuando procuramos los dones mejores’. Todo lo que yo puedo hacer es orar y esperar. Algunas veces temo que algo que haya en mí obstaculice la bendición; ¿no siente cada uno de ustedes ese mismo temor? Cuando está a punto de escucharse una música dulce, hay un silencio. Cada persona teme respirar para no dañar el tono y para no estropear la música. En este instante siento eso. Ningún susurro que pudiera contristar al Espíritu Santo ha de oírse en la casa o en el corazón. Toda la frialdad, la mundanalidad, las diferencias o el egoísmo han de ser apartados para que podamos guardar la fiesta de Año Nuevo sin nada que contamine.

Que el propio Señor distribuya a cada uno de Sus hijos una porción completa, y a quienes permanecen en la puerta, que el Buen Espíritu ejerza Sus atracciones de gracia en ellos para que puedan atravesar el sagrado umbral en este día. La paz y la prosperidad sean dentro de las puertas de nuestro amado santuario. Para mis hermanos y compañeros diré yo: ‘La paz sea contigo’.

Suyo para servirles cuando pueda y para amarlos incesantemente,

C. H. Spurgeon

1 comentario:

IMPRENTA dijo...

Hermano Allan, no cabe duda que muchos siervos del Señor han sufrido mucho en su salud. Que el Señor le de Su gracia para seguir adelante en la dificultad. Estamos orando por usted.