Menton, 10 de Enero de 1884
Queridos amigos:
Estoy completamente varado. Soy completamente incapaz de levantarme de mi cama, y tampoco puedo encontrar descanso en ella. Los dolores del reumatismo, del lumbago y del nervio ciático, mezclados simultáneamente, son sumamente agudos. Si por casualidad tengo que darme vuelta a la derecha o a la izquierda, pronto me doy cuenta de que moro en un cuerpo que es capaz del más agudo sufrimiento. Sin embargo, estoy tan feliz y alegre como pueda estarlo un hombre. Es para mí un gran alivio el hecho de que todavía no estoy robándole el trabajo a mi Señor, pues mis días de asueto no han llegado aún a su término. Un hombre tiene el derecho de tener reumatismo si quiere, cuando su tiempo le pertenece. Lo peor de todo es que temo que tendré la necesidad de invadir los dominios de mi Señor, y de abusar de nuevo de la paciencia de ustedes. A menos que me recupere muy pronto no podría regresar a casa en el tiempo señalado, y mucho me temo que si regresara a casa en el tiempo debido, no sería de ninguna utilidad para ustedes, pues tendría que guardar cama. Los diáconos me escribieron una carta en la que me recomiendan unánimemente tomarme dos domingos más, mientras me pongo bien, y así no tener que regresar a ustedes como un inválido. Yo les escribí diciéndoles que debo tomarme una semana, pero como no me estoy mejorando sino que estoy empeorando, me temo que tendré que convertir mi descanso en dos semanas, tal como ellos me lo propusieron. La mayoría de los hombres descubren que les va bien cuando obedecen a sus esposas, y puesto que mi esposa y los diáconos están de acuerdo en este punto, me temo que cometería un doble error si hiciera lo contrario de lo que me piden. Espero que todos ustedes crean que si el soldado pudiera ponerse de pie, entonces proseguiría su marcha, y si este su siervo fuera capaz de hacerlo, trabajaría; pero cuando un hombre está partido en dos por el martillo del dolor, ha de esperar hasta ser reintegrado en un solo cuerpo.
Que las mejores bendiciones continúen descansando en ustedes. Espero que quienes suplen mi lugar sean ayudados misericordiosamente por el Espíritu de Dios.
Suyo de todo corazón
C. H. Spurgeon
jueves, 30 de abril de 2009
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