domingo, 15 de febrero de 2009

El último viaje

¿Cómo serán nuestros momentos finales? ¿Qué es la muerte? ¿Permaneceremos conscientes, de alguna manera, en el momento de nuestra muerte? ¿Sentiremos la transición del tiempo a la eternidad? ¿Sabremos cuando estemos atravesando esa frontera?

Frecuentemente se ha señalado estadísticamente que alguien muere cada segundo; para ser más exactos, tres personas mueren por segundo, 180 cada minuto, 11,000 cada hora, 260,000 cada día y 95, 000,000 cada año.

Cada uno de nosotros debe llegar a esta cita final. Este es el gran destino que la vida nos reserva a cada uno de nosotros sin hacer distinciones. Ricos y pobres, fuertes y débiles, inteligentes y simples, famosos y desconocidos, todos tienen que dejar esta vida por la misma puerta oscura, porque la vida es breve y la muerte es segura.

A lo largo de nuestras vidas tratamos de alejar de nuestras mentes ese día final. Pero desde el momento en que nacemos, nuestros cuerpos ya han comenzado el largo proceso del deterioro en preparación para la muerte.

El predicador puritano Thomas Brooks dijo acerca de la muerte: “Llevamos en nuestros propios cuerpos la semilla de mil muertes, y pudiéramos morir de miles de formas a cada momento. Así como tenemos tantos sentidos, miembros y poros en el cuerpo, tenemos igual número de ventanas por las que puede entrar la muerte. La muerte no necesita lanzar todas sus flechas contra nosotros; un gusano, una mosca, un mosquito, un cabello, la semilla de un durazno o de una uva, la caída de un caballo, el tropiezo de un pie, un resbalón, el piquete de una aguja, un mal corte de uñas, todas estas cosas han sido para otros, y podrían ser para nosotros, la causa de nuestra muerte, dentro de unos pocos días o quizá dentro de unas cuantas horas.”

¿Estaremos conscientes en el momento de la muerte? La respuesta de la Biblia es afirmativa. Aun si no estamos conscientes al llegar al fin de esta vida, lo estaremos al entrar en la próxima etapa.

Cuando se apague la luz de este mundo, se encenderá la luz del próximo mundo. Nos daremos cuenta, inmediatamente, de que hemos pasado del tiempo a la eternidad. La luz y la atmósfera que nos rodearán, y toda la esfera de la sensibilidad serán completamente distintas.

Nuestros sentimientos
Tendremos una conciencia abrumadora de que el tiempo ha terminado para siempre, y ha quedado para siempre en el pasado, y que ahora somos almas sin cuerpo. No obstante, habrá una gran diferencia entre los sentimientos de los hombres: para algunos, las sensaciones que sentirán al pasar a la siguiente vida, serán más aterradoras de lo que nuestras palabras pudieran describir. Para otros, las sensaciones que experimentarán, serán maravillosas.

Consideren la enseñanza dada por nuestro Señor Jesucristo con relación a este momento crucial. Hablando a una muchedumbre, Cristo narró la muerte de un hombre adinerado, en una forma muy significativa. Le describió como un hombre que se vestía con la ropa más cara, y que diariamente disfrutaba de los mejores manjares. Le describió en términos de lo que poseía, de lo que se ponía y de lo que comía.

El Señor no mencionó nunca qué tipo de hombre era, qué logros había alcanzado, ni qué nivel de conocimiento había acumulado. Cristo le describió utilizando sólo unas cuantas cosas externas: posesiones, ropa y comida. Aparentemente, este hombre rico no tenía ningún carácter ni profundidad, y todo le era superficial, y, ciertamente, no tenía una relación espiritual con Dios.

El Señor narró cómo la muerte del rico fue acompañada de un elegante funeral, digno de un hombre de su opulencia y de sus hábitos ostentosos. Pero su alma fue inundada instantáneamente por un estado de angustia indescriptible, remordimientos y desesperación.

Hay un sinnúmero de personas que nunca llegarán a entender el valor de sus almas eternas, mientras no hayan pasado a través de la experiencia irreversible de la muerte. ¡Pero, entonces, será demasiado tarde!

El tiempo terminó
Piensen en toda la energía y en todos los días de vida que muchas personas han malgastado en cosas vanas, tales como posesiones, ropa, lujos pasajeros, para descubrir al final que lo único que han hecho es desperdiciar la eternidad. Al otro lado de la muerte, todas las cosas cambian por completo. Este es el gran principio enseñado por el Señor Jesucristo. Dejamos atrás los valores de este mundo y los valores que contarán serán únicamente los espirituales.

Pero, ¿qué sucede si nosotros no tenemos estos valores espirituales? ¿Qué ocurrirá si nosotros somos de aquellos que nunca han querido tener nada que ver con Dios, si nunca le hemos buscado ni le hemos conocido? El hombre rico mencionado en la enseñanza del Señor oró por primera vez en su vida cuando ya estaba aislado lejos de Dios y cuando ya era demasiado tarde. Igualmente descubrió muy tarde que hay un gran abismo entre el cielo (la presencia eterna de Dios), y el lugar de las almas reprobadas.

La Biblia enseña que, algún día, todos tendrán que enfrentarse con Cristo, que todos serán aceptados o rechazados por Él en el día del juicio final. Es interesante notar que este asunto no es señalado sólo por la Biblia. Es un hecho innegable que todos nosotros tenemos una fuerte conciencia y el instinto de que esta vida nos conducirá al día en el que rendiremos cuenta de nosotros mismos. Tenemos una conciencia de que fuimos creados por Dios, de que somos responsables delante de Él, que además está grabada en lo más profundo de nuestro ser.

Cada pueblo y nación tienen algún sistema de juicio que es manifiesto en su forma de comportamiento, en su literatura y en su pensamiento. Esto es un reflejo del conocimiento profundamente arraigado en nuestra alma, de que el mal debe ser juzgado. Cada individuo sabe esto. Todos tenemos una conciencia. Todos sienten la culpa y la vergüenza aunque muchos traten de evadirla. Todos temen en gran manera a la muerte, aunque muchos los niegan.

El temor a la muerte que todos poseen, no es simplemente un temor racional que surge del deseo de no perder el disfrute de esta vida. Es un temor mucho más grande porque aun las personas que odian cada instante de su vida, temen el momento de la muerte, a menos que estén sufriendo de una depresión que los induzca al suicidio.

Consciente
El temor que rodea a la muerte es algo que no se puede explicar, excepto por el hecho de que tenemos una conciencia, profundamente implantada, de que habrá un día cuando tendremos que rendir cuentas. Nuestro ser interior conoce que hay algo más al término de esa vida que hemos de temer. Hay una eternidad incierta y un Dios a quien tendremos que enfrentar.

En el mundo natural que nos rodea, hay otra evidencia de la realidad del juicio venidero. La manera en que las criaturas vivas fueron diseñadas, demuestra que hay una meta final hacia la cual cada ser vivo se dirige constantemente. Todos los seres vivos fueron creados para cumplir un propósito definido y para seguir un curso de vida predeterminado.

Tomemos, por ejemplo, el caso de la célula con la cual da inicio la vida de cada ser humano. Implantada en esa célula microscópica está toda la información para la formación de un adulto maduro. Hay un registro completo de la futura personalidad, las aptitudes físicas e intelectuales, y también la apariencia física. Es casi como si fuese una parábola acerca del destino futuro de la persona. El proceso de crecimiento desde la niñez es como un viaje hacia algo definido.

Dondequiera que uno mira, se observan en este mundo numerosos indicadores de orden y destino. Todas las cosas tienen un futuro definido que está desarrollándose. ¿Cómo podemos caminar por la vereda de esta vida como si no existiera ningún sentido ni destino definido, cuando estamos rodeados de una gran evidencia de que viajamos hacia algún lugar?

La enseñanza de la Biblia es que tiene que haber un día de juicio, debido a que Dios es un Dios absolutamente santo. Dios es santo y perfecto, por lo tanto, está obligado a juzgar y castigar el pecado. Todo el egoísmo, el orgullo, el engaño, la impureza que existen en cada uno de nosotros, tiene que ser erradicado de la presencia de Dios algún día, juntamente con todos los actos pecaminosos, palabras y pensamientos que nuestra condición pecaminosa genera.

Pero debido a que Dios es también un Dios de amor y de misericordia, ha hecho un camino de escape para nosotros, que debemos buscar mientras estemos en la tierra. El Señor Jesucristo, quien es Dios y un miembro de la Deidad, vino a este mundo para hacer que el escape fuera posible. Dejó las mansiones celestiales y tomó un cuerpo de carne. Sufrió y murió con una agonía indescriptible para llevar el castigo del pecado de todas aquellas personas que buscan y encuentran Su perdón.

Habiendo realizado esta obra, Cristo tienen el derecho y el poder de perdonar y convertir a los millones de personas que en el transcurso de la historia, son conducidas a buscarle para perdón y nueva vida.

Memoria oculta
¿Qué nos sucederá en el último día de vida, cuando la luz de este mundo sea apagada? En aquel día, nadie podrá esconderse porque todos tienen que comparecer tal como son ante el Juez de toda la tierra.

Vivimos en la época del video y de la “repetición instantánea”. Cuando comparezcamos ante el trono del juicio, la totalidad de nuestras vidas será repetida en unos cuantos segundos. Estaremos conscientes de cada pecado que hayamos cometido. Veremos la clase de personas que realmente éramos. Seremos conscientes de nuestra culpa en una forma que no nos podíamos imaginar mientras estuvimos en la tierra. Cuando nuestras almas estén desnudas ante el Dios Todopoderoso, nos acordaremos de todas las cosas sin excepción.

A veces sin darnos cuenta llegamos a experimentar la sorprendente capacidad de nuestra memoria. Todos hemos experimentado alguna vez los trucos asombrosos de la memoria. Cuando hemos estado soñando despiertos, súbitamente nos acordamos de algo que pasó en nuestra niñez, que llega a nuestra mente de una forma extraña e inesperada. Quizás fuera algún acontecimiento de poca importancia, sin embargo, ha regresado a nosotros con gran exactitud y detalle, como si acabara de ocurrir. A veces esto resulta tan real como pudiéramos saborear la atmósfera de un evento que pasó hace ya muchos años. Cuán extraña y realista es la capacidad de nuestra memoria.

Tales experiencias nos dan una idea de la cantidad asombrosa de datos que han sido registrados en nuestras mentes, la deslumbrante precisión con que los eventos están grabados y archivados. Algún día todo será repasado y cada evento se manifestará. Mientras comparecemos ante Él, toda la historia de nuestra vida pasará frente a nuestros ojos.

¿Nos damos cuenta de que si no nos hemos arrepentido del pecado y buscado el perdón que es en Cristo Jesús, no tendremos ninguna defensa ni nada qué decir? Quedaremos con nuestra boca cerrada ante Dios, mientras nos percatamos de que en forma sistemática y voluntaria pecamos durante la totalidad de nuestras vidas.

Dios nos mostrará en aquel día, en cuántas ocasiones Él llamaba a nuestros corazones, hablaba a nuestras conciencias y nos exhortaba a buscarlo y encontrarlo. No obstante, cada vez le desechamos y no hicimos caso de estas influencias, escogiendo andar en nuestros propios caminos.

Para incontables personas, la muerte significará que su espíritu será introducido en un terrible viaje de eterna perdición, lejos de la presencia del Dios sabio y amoroso. En aquel trágico momento, todas las cosas buenas deberán ser retiradas de sus almas porque todas las cosas buenas son sólo un préstamo de parte de Dios.

Estas almas desechadas, jamás se encontrarán nuevamente con la belleza ante sus ojos, ningún sonido de felicidad alegrará oídos. Jamás volverán a sentir paz en su mente ni en sus corazones. Sus almas serán poseídas de un temor inimaginable, como aquellos que mueren en rebeldía contra Dios y sentirán un horror indecible porque ahora están bajo la justa condenación del juez de toda la tierra.

Tienen que pasar a la oscuridad de las tinieblas morales, al pantano eterno del egoísmo, la mentira, la angustia y la desesperación. Deberán cargar con su propio castigo. Aprenderán el valor eterno de un alma, pero cuando ya sea demasiado tarde.

El último viaje
Pero si estamos entre el gran número de personas que han buscado y encontrado a Cristo, que le conocen y viven por Él, entonces todo será muy diferente.

Cuando el momento final llegue, nuestras lamas serán abrumadas con una anticipación inexpresable de gloria. Excitación es una palabra demasiado pequeña para expresar esto. El viaje a la eternidad será millones de veces más espectacular y asombroso que cualquier experiencia que pudimos conocer en la tierra.

Nuevas visiones y sonidos, todo el paisaje fascinante de la esfera de la eternidad, nos conmoverá hasta el éxtasis. Nos encontraremos repentinamente llenos de un flujo de conocimiento y entendimiento. Conoceremos el verdadero propósito de la vida.

Todo el dolor y las incapacidades desaparecerán, y estaremos llenos de emociones que nunca hubiéramos imaginado: verdadera realización, paz, felicidad, amor y seguridad. Estaremos en la presencia de todo el pueblo de Dios de todos los tiempos y tendremos compañerismo con ellos.

Nos será quitado todo pecado y debilidad, veremos y escucharemos a nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, a quien llegamos a conocer y amar mientras estuvimos en la tierra. La muerte no sólo será una experiencia consciente, sino además será la puerta a la vida eterna.

Iglesia Bautista de la Gracia
Ciudad Netzahualcóyotl
México.
http://www.graciaaudio.com/

1 comentario:

Hugo dijo...

Muchas gracias hermano por acercarnos estos articulos que tanto edifica. La gracia del Señor sea con usted.
Su hermano en la fe unica.
Hugo