Algunas veces, también, -y me da vergüenza decirlo- he oído de obreros que se sienten desfallecer porque no son debidamente apreciados. Su obra no ha sido lo suficientemente advertida por el pastor, ni alabada por el supervisor, y sus colegas maestros de la escuela dominical no han tomado la debida nota ni de ellos ni de su clase. No diré mucho acerca de este motivo de desfallecimiento, pues es un asunto tan insignificante, que está muy por debajo del cristiano. ¡Aprecio! ¿Acaso esperamos el aprecio en este mundo? La nación judía despreció y rechazó a su Rey, e incluso si fuésemos tan santos como el Señor Jesús, no seríamos juzgados rectamente ni estimados convenientemente. ¿Qué importa eso? Si Dios nos acepta, no debemos desfallecer, aunque seamos unos perfectos desconocidos.
Tomado de Palabras de Consejo para Obreros Cristianos. Capítulo: El arduo trabajo y su recompensa. Pilgrim Publications, Pasadena, Texas.
martes, 27 de mayo de 2008
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