En 1934, el año del centenario del nacimiento de Spurgeon, el Reverendo A. Cunningham-Burley, (un pariente político de Spurgeon) trazó un interesante paralelo entre las dimensiones de la tumba de Spurgeon en el cementerio de Norwood, Londres, y las cuatro cualidades sobresalientes de la vida del gran predicador.
La tumba es un túmulo de hermosas proporciones, con componentes superiores e inferiores que son complementarios en longitud, anchura, profundidad y altura. De la misma manera la vida de Spurgeon fue igualmente balanceada y simétrica.
Primero, la vida de Spurgeon se caracterizó por la longitud del servicio. Aunque murió antes de cumplir los cincuenta y ocho años, debido a que fue convertido a una temprana edad, fue capaz de proclamar el Evangelio durante más de cuarenta años. Incluso antes de su conversión, Charles había editado La Revista de los Niños, a la edad de doce años. A los quince años ganó un premio por un ensayo sobre el tema del “Papa y su progenie”. Convertido a la edad de dieciséis años, continuó atrayendo grandes multitudes a su Tabernáculo Metropolitano y dondequiera que predicara al aire libre o en los grandes salones seculares.
Luego, había una anchura de simpatía que caracterizaba a este gran hombre. Nunca fue sólo un “gigante del púlpito”, retraído en una altura de “dos metros por encima de la contradicción” según es llamado algunas veces el púlpito. Spurgeon tenía una relación de simpatía con muchas personas. Su preocupación por los niños, que resultó en la fundación de un orfanato; su cuidado por las viudas, que se reveló en la construcción del asilo; su amor por el hombre ordinario de la calle, que lo llevó a predicar el Evangelio al aire libre y que lo motivó a dar inicio a su Asociación de Colportores, de tal forma que la gente del campo pudiera oír el Evangelio y comprar Biblias y literatura cristiana en general, todo esto nos muestra que no había frialdad, que no era un egocentrista que viviera en la reclusión de la iglesia y del hogar.
En tercer lugar, había profundidad de sufrimiento. Qué resplandeciente ejemplo era Charles Haddon Spurgeon, y todavía lo es, para aquellos que sufren a veces de depresión mental y espiritual (al igual que el Salmista al que tanto amaba). La enfermedad corporal le proporcionaba muchísimo dolor. Aunado a ello, estaba la tensión nerviosa y emocional generada por la necesidad de ministrar a tan vastas multitudes, llegando a experimentar catástrofes que ocurrieron en algunos edificios, que resultaron en muertes y lesiones en medio de la congregación. Su paciencia y aguante durante días y noches de dolor, nos asombran conforme nos enteramos de ello en las diversas biografías. Spurgeon no gozó nunca de plena fortaleza y salud a lo largo de su ministerio, pero, al igual que el apóstol Pablo, descubrió que “Bástate mi gracia.”
Aun cuando se involucraba en la controversia (con la que no simpatizaba), mientras estaba físicamente debilitado, y cuando los amigos lo abandonaban, conservaba un espíritu jovial y nunca se quejaba. Su congregación del Tabernáculo sabía esto y el ejemplo de su Pastor era tal vez el más elocuente sermón que les predicaba.
Finalmente, Spurgeon era caracterizado por la altura de espiritualidad. Spurgeon ha sido descrito como un “místico raro y genuino.” El doctor Robertson Nicoll escribió, “lean a Spurgeon cuando entra en la región espiritual y sentirán que están con uno de los grandes místicos del mundo.”
Sin embargo, él fue un místico práctico. Mientras miraba a lo alto al Dios que hizo los montes, también cumplía sus deberes en la llanura. Pero fueron sus aventuras en la vida de plena comunión con Dios, -una experiencia exultante para él- las que luego influenciaron su obra cristiana y su testimonio prácticos. El servicio no estaba divorciado de la espiritualidad. En este aspecto se asemejaba al Señor. El servicio sacrificial iba mano a mano con la tierna simpatía.
domingo, 18 de mayo de 2008
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