miércoles, 6 de febrero de 2008

La Influencia de los Sermones de Spurgeon

En 1933, cuarenta y un años después de la muerte de Charles Haddon Spurgeon en 1892, todavía existía una sociedad llamada “La Sociedad del Sermón de Spurgeon”, dedicada a la impresión y distribución de un sermón semanal del Príncipe de los Predicadores. En aquel tiempo, 2,000 familias que vivían en las cercanías del Tabernáculo Metropolitano, en Londres, recibían los sermones de Spurgeon.
Los sermones semanales fueron publicados durante más de sesenta y dos años. El último sermón se publicó el 10 de Mayo de 1917. Los mensajes de Spurgeon ya habían viajado alrededor del mundo, siendo traducidos hasta ese momento a veintitrés diferentes idiomas que incluían el ruso, el chino y el japonés, el siríaco y el árabe. Es imposible evaluar la maravillosa influencia espiritual de la voz y de la pluma de Spurgeon, ejercida a través de estas publicaciones semanales. Los editores de los primeros sermones esperaban una venta que ascendería a unos quinientos o seiscientos sermones, pero desde el propio principio del proyecto, la circulación superó los cinco mil sermones. El Informador de Steele, El Espectador de Addison y Divagadores y Ociosos de Johnson, se distribuían básicamente en Londres. Los sermones de Spurgeon circundaban el globo. Hay algunas historias sorprendentes vinculadas con estos sermones individuales que se vendían por un centavo.
Una mujer que trabajaba para los editores Alabaster y Passmore se robó una copia de un sermón de Spurgeon, ocultándolo en sus ropas cuando salió al finalizar su jornada. Después de leerlo, lo llevó de regreso al día siguiente y confesó al capataz, con lágrimas de arrepentimiento, que había encontrado a Cristo como su Salvador a través de su lectura. El capataz quedó tan impresionado que también él “tomó prestado” y leyó un sermón y fue convertido. Ambos se unieron a la membresía del Tabernáculo.
Un comerciante de Londres estaba sentado con su esposa en un salón de un hotel de la Riviera. Llovía mucho y no había nada que hacer. Nadie se animaba a jugar a las cartas. Sobre la mesa se encontraba un sermón de Spurgeon. Para matar el tiempo, el hombre lo leyó y bromeando se lo entregó a su esposa para que lo leyera. Regresaron a Londres antes de lo que habían planeado y fueron a un servicio del Tabernáculo. Ambos fueron convertidos y bautizados; ambos se volvieron obreros celosos del Tabernáculo y amigos íntimos de Spurgeon.
Los sermones eran leídos durante muchos años en solitarios ranchos de Estados Unidos, en las minerías, en cabañas de las tierras altas de Escocia, y, los domingos, en iglesias que no contaban con un predicador. Los marineros en alta mar, que pasaban horas solitarias “de turno”, dedicaban el tiempo a la lectura de un sermón.
Así como el sermón predicado era el centro de la adoración en Tabernáculo de Londres, así la lectura de los sermones se volvió algo importante alrededor del mundo. El material homilético ha sido descrito como “el cementerio de la reputación de muchos predicadores.” En el caso de Spurgeon, ese material aumentó su reputación y se convirtió en el instrumento de perpetuar su nombre, pero principalmente el de su Salvador, aun mucho tiempo después de que la voz del gran predicador se apagó. “Muerto, aún habla.”

2 comentarios:

Richard Holmes dijo...

Estimado Sr. Roman, yo quisiera ponerme en contacto directo con Vd.

Richard Holmes (Inglaterra)

Allan Román dijo...

Hola Richard: escribeme a mi correo electrónico:
allan-roman@spurgeon.com.mx