Carta #4
En cuanto al efecto de los sermones de Spurgeon en Australia, vamos a mencionar un último caso, el de un muy conocido propietario de un aserradero en Nueva Gales del Sur, que se había convertido en un hábil y denodado predicador local de la Iglesia Wesleyana. En un servicio evangelístico refirió así a su propio caso:
“Durante veinticinco años de mi vida yo viví en las tinieblas del pecado. Nunca había entrado a ningún lugar protestante de adoración. Durante todo ese tiempo no conocí a ningún cristiano. No sabía nada en cuanto a la distinción entre un metodista, o un presbiteriano, o un bautista, etc.; todos ellos eran igualmente despreciados, a mis ojos, como sumidos todos en un craso error. Más o menos por esa época, cinco de mis compañeros se ahogaron en un incidente ocurrido en Port Stevens. La ocurrencia causó una profunda impresión en mi corazón. Este pensamiento me asediaba: ‘¿qué habría pasado si hubieras estado entre ellos? ¿No estarías llorando y lamentándote entre las almas perdidas del infierno?’
Yo me encontraba grandemente turbado, e hice lo único que podía hacer: oré a Dios; pero como no sabía nada del camino de la salvación por medio de la fe en Cristo, y como no contaba con nadie que me guiara, viví durante dos años sumido en la más terrible agonía. Preferiría morir que vivir de nuevo esos dos años. No conocía nada de los grandes predicadores del día, hasta que oí hablar del señor Spurgeon. Como un amigo tenía un viaje a Sydney, le pedí que me consiguiera un volumen de los sermones de Spurgeon. Leí los sermones con avidez, y recibí mucha luz y consuelo de esa lectura. Luego di con uno que lleva el titulo: ‘Buscando a Jesús’, (No. 947), y conforme lo leía, Dios habló paz a mi turbado corazón. Sentí que mi pecado era perdonado, y podía cantar en voz alta de puro gozo. Era alrededor del mediodía de un glorioso domingo cuando tuvo lugar el gran cambio, y recuerdo con exactitud el lugar donde ocurrió. Desde entonces, hace diez años, he estado proclamando la historia de la Cruz donde pueda.”
sábado, 19 de enero de 2008
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