El señor Spurgeon nos comenta:
Es algo bendito cuando el pecador vuelve en sí. "Y volviendo en sí." Esta es la primera señal de que la gracia está obrando en el pecador, así como fue la primera señal de esperanza para el hijo pródigo. Algunas veces, este cambio ocurre súbitamente. Me dio mucho gusto, esta semana, encontrarme con una persona a quien le había ocurrido esto. Fue una conversión a la antigua, y por eso me deleitó mucho.
Vino a este edificio, hará unos tres meses, un hombre que por mucho tiempo no había asistido a ningún lugar de adoración. Profería juramentos, y bebía, y hacía cosas peores. Era descuidado e impío, pero tenía una madre que con frecuencia oraba por él, y tiene un hermano que creo que está aquí presente esta noche, cuyas oraciones por aquel hermano nunca cesaron. No asistió aquí para adorar; sólo vino a ver al predicador a quien su hermano había estado escuchando durante tantos años. Pero, cuando entró, apenas hubo llegado al lugar que iba a ocupar, sintió que no era digno de estar allí, así que fue al balcón superior, y se colocó tan atrás como pudo, y cuando un amigo le hizo señas para que se sentara, sintió que no podía hacerlo. Sólo quiso apoyarse contra la pared trasera.
Alguien más le invitó a sentarse, pero no pudo hacerlo. Sintió que no tenía derecho de hacerlo. Y cuando el predicador anunció su texto (Ver sermón #1949 - Volumen 33 - Un Sermón para el Hombre más Malo de la Tierra), "Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador," dijo algo parecido a esto: "tú, que estás en la parte más lejana del Tabernáculo y no te atreves a sentarte porque sientes que tu culpa es demasiado grande, tú eres el hombre a quien Dios me ha enviado, el día de hoy, pidiéndote que vengas a Cristo y encuentres misericordia", ¡un milagro fue obrado! Entonces "volvió en sí", como nos lo habrá de contar muy pronto, en la reunión de la iglesia, cuando pasará al frente para confesar su fe.
Yo me regocijé mucho cuando oí la anécdota de sus labios, pues en su caso, ha habido un cambio que todo el mundo que lo conoce, puede ver. ¡Está envuelto en el deseo de todo lo que es de gracia, como una vez practicó todo lo que era malo! Ahora, esto es lo que sucede algunas veces, y, ¿por qué no habría de suceder otra vez el día de hoy? ¿Por qué algún hombre o alguna mujer, no podrían volver en sí, el día de hoy? Este es el camino a casa: primero volver en sí, y luego venir a su Dios.
viernes, 15 de febrero de 2008
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