Cuando
el gran comentarista de la Biblia,
Bengel, estaba a punto de morir, mandó llamar a un joven estudiante de
teología, a quien le dijo: “Estoy deprimido; dime algo bueno para animarme”.
“Mi querido señor” –dijo el estudiante- “yo soy una persona muy insignificante;
¿qué puedo decirle a un gran hombre como usted?” “Pero si tú eres un estudiante
de teología” –dijo Bengel- “deberías tener una buena palabra que compartir con
un hombre moribundo; te ruego que la digas sin miedo”. “Bien, señor” –dijo él-
“¿qué puedo decirlo sino que la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado?”
Bengel le dijo: “Dame tu mano, joven amigo; esa es precisamente la palabra que
necesitaba”. Un sencillo texto evangélico es la palabra que todo hombre que
tenga miedo de la ira divina necesita, y ese hombre pudiera estar sentado junto
a ti en este momento, o pudiera estar en la misma oficina contigo, y necesita
que le hables acerca de Cristo. Haz eso, y bendice su alma.
C. H. Spurgeon - ¿Entiendes lo que lees? Sermón #1792
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