Pudiera
ser que en esta tierra nuestra los ministros del Evangelio se vuelvan lo
suficientemente escasos en años por venir. Si la tendencia al papado que ahora
prolifera en la Iglesia
de Inglaterra siguiera aumentando, pudiera llegar el día cuando la voz del
ministerio cristiano sea silenciada por ley, y que se permita que la
persecución se agrave, pues no se engañen, Roma no ha cambiado sus puntos de
vista, y basta que tomara de nuevo el poder para que todas las leyes penales
fueran puestas nuevamente en vigor, y ustedes que son protestantes pero que desechan
sus libertades como algo sin valor, lamentarán el día en el que permitieron que
colocaran las viejas cadenas alrededor de sus muñecas. El papado encadenó y
mató a nuestros antepasados y con todo, nosotros lo estamos convirtiendo en la
religión nacional. O si nunca llegara a ser un tema de ley que los ministerios
fuesen silenciados, con todo, pudieran escasear más y más a tal grado que un
niño pudiera ponerlos por escrito. Aun ahora no tenemos demasiados ministros
fieles de Cristo, pero incluso ellos pudieran ser llamados a irse. El Señor
pudiera decirle a este pueblo culpable: “He aquí, voy a recoger a mis profetas
y a mis mensajeros porque ustedes no los oyeron mientras los tenían. No los
tuvieron en estima cuando clamaban a ustedes mañana, tarde y noche y les pedían
que se aferraran a Jesucristo y fueran salvos, y por tanto, he aquí, voy a
quitar a sus maestros y voy a llevarlos lejos de ustedes y ya no verán más sus
rostros”. ¿Están preparados para eso? ¿Qué son los días de guardar para algunos
cristianos que conozco, sino días de amarga decepción? Asisten a sus lugares de
culto como una cuestión de deber, pero no son alimentados, ni son consolados,
ni son conmovidos; no reciben ningún aliento divino, ni encuentran ninguna
influencia en el ministerio que les ayude en su camino. ¿Acaso no hay cientos
de predicadores que no edifican y cientos de congregaciones donde el servicio del
día domingo es un fastidio y una desgracia? Que Dios les conceda que nunca
tengan que lamentar y añorar los días felices cuando el Evangelio era predicado
entre ustedes con sencillez y denuedo. Pero recuerden que si esos días no
fueran valorados, podrían llegar rápidamente a un fin. Las debilidades del
cuerpo y las frecuentes enfermedades no sólo son admoniciones para el
predicador, sino también para sus oyentes.
C. H. Spurgeon - sermón #1323 - ¿Y Por Qué No?
No hay comentarios:
Publicar un comentario