viernes, 11 de marzo de 2011

ÚLTIMO MENSAJE DE SPURGEON DE INICIO DE AÑO, PRONUNCIADO EN MENTON, el primer día de 1892.
(Editado de La Espada y la Cuchara, Febrero de 1892),

Queridos amigos:

Atravesando el umbral del año nuevo en esta hora miramos hacia adelante y, ¿qué es lo que vemos? Aunque pudiéramos conseguir un telescopio que nos permitiera ver el fin del año, ¿tendríamos la sabiduría para usarlo? No lo creo. Desconocemos los eventos que nos esperan; la vida y la muerte de nosotros o de nuestros amigos, o los cambios de posición, o la enfermedad o la salud. ¡Cuán grande misericordia es que estas cosas estén ocultas para nosotros!

Si viéramos anticipadamente nuestras más selectas bendiciones, perderían su frescura y su dulzura mientras las estuviéramos esperando impacientemente. La anticipación se tornaría amarga y se convertiría en desánimo, y la familiaridad engendraría desdén. Si pudiéramos ver por anticipado nuestras tribulaciones, nos preocuparíamos por ellas mucho antes de que vinieran, y en ese desasosiego nos perderíamos del disfrute de nuestras bendiciones presentes. La gran misericordia tendió un velo entre nosotros y el futuro, y lo dejó colgando allí.

No obstante, no todo está oculto. Vemos con claridad algunas cosas. Digo: ‘nosotros’, pero quiero decir aquéllos cuyos ojos han sido abiertos, pues no es cualquier persona la que puede ver en el sentido más verdadero. Una dama le dijo al señor Turner: ‘He mirado con frecuencia ese panorama, pero nunca he visto lo que usted ha incorporado en su cuadro’. El gran artista simplemente le respondió: ‘¿No desearía poder verlo?’ Mirando al futuro con el ojo de la fe, los creyentes pueden ver muchas cosas que están ocultas para quienes no tienen fe. Permítanme decirles en unas cuantas palabras lo que yo miro cuando examino el nuevo año.

Veo una senda construida desde este primero de Enero de 1892 al primero de Enero de 1893. Veo un camino proyectado por el conocimiento anticipado y la predestinación de Dios. Nada sobre el futuro es dejado al azar; es más, ni la caída de un gorrión, ni la pérdida de un cabello son dejados a lo fortuito, antes bien, todos los eventos de la vida están arreglados y señalados. No sólo está señalado en el mapa divino cada recodo del camino, sino también cada piedra del camino y cada gota del rocío matutino o de bruma nocturna que cae sobre la hierba que crece junto al camino. No vamos a cruzar un desierto sin huellas; el Señor ha ordenado nuestra senda en Su infalible sabiduría e infinito amor. ‘Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino’.

A continuación veo que nos es proporcionado un Guía como nuestro compañero a lo largo del camino. A él le decimos de buena gana: ‘Me has guiado según tu consejo’. Él espera para ir con nosotros a través de cada tramo del camino. ‘Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará’. No hemos sido dejados para que pasemos por la vida como si fuese un desierto solitario, un lugar de dragones y de búhos, pues Jesús dice: ‘No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros’.

Aunque perdiéramos a padre, y madre, y a los más queridos amigos, hay Alguien que lleva nuestra naturaleza, que nunca se apartará de nuestro lado. Alguien semejante al Hijo del hombre todavía está hollando los caminos vitales de los corazones creyentes, y cada creyente verdadero sale del desierto apoyándose sobre el Amado. Sentimos la presencia del Señor Jesús incluso ahora, en esta habitación, donde dos o tres están reunidos en Su nombre; y confío que la experimentaremos a lo largo de todos los meses del año, ya sea que se trate del tiempo del canto de los pájaros, o de la estación de los frutos maduros o de los oscuros meses cuando los terrones congelados parecieran hechos de hierro.

En esta Riviera deberíamos darnos cuenta sin tanto esfuerzo de la presencia de nuestro Señor, porque el campo se parece mucho a ‘tu tierra, oh Emanuel’. Aquí está la tierra del aceite de oliva y de los higos y de los racimos de Escol. Junto a ese mar azul caminó y escaló por esas colinas rocosas. Pero ya sea aquí, o en cualquier otra parte, esperemos que ÉL permanezca con nosotros, para hacer que este año sea verdaderamente ‘un año de nuestro Señor’.

Junto a la senda y al Guía, yo percibo muy claramente, gracias al ojo de la fe, la fortaleza requerida para el viaje señalado. A lo largo de toda la distancia del año, hemos de encontrar paraderos donde podemos descansar y tomar refrigerios, y luego proseguir en nuestro camino cantando: ‘Confortará mi alma’. Tendremos la fortaleza suficiente sin nada que escatimar; y esa fortaleza vendrá cuando sea requerida y no antes. Cuando los santos se imaginan que tienen fortaleza que escatimar, se convierten en pecadores, y son proclives a que sus guedejas sean cortadas por los filisteos. El Señor del camino suministrará a los peregrinos suficientes viáticos para el viaje; pero podría considerar que no es sabio recargarlos con fondos superfluos.

Dios, que es suficiente para todo, no les fallará a quienes confían en Él. Cuando llegamos al punto de llevar a hombros la carga, habremos llegado al lugar donde recibiremos la fortaleza. Si le agrada al Señor multiplicar nuestras tribulaciones haciendo que una de ellas se convierta en diez, aumentará nuestra fuerza en la misma proporción. El Señor todavía le dice a cada creyente: ‘Como tus días serán tus fuerzas’. Tú no sientes tener todavía la gracia que necesitas para morir; ¿qué hay con ello? Todavía no te estás muriendo. Mientras tienes todavía que enfrentar el oficio y el deber de la vida, espera en Dios la gracia que estas cosas requieren; y cuando la vida se esté esfumando, y tu único pensamiento sea desembarcar en la costa eterna, entonces espera, en los momentos de tu agonía, la gracia de Dios tu Salvador para morir.

Podemos esperar una afluencia de fortaleza divina cuando la fortaleza humana está fallando, y una cotidiana concesión de energía conforme la necesidad cotidiana lo requiera. Nuestras velas serán despabiladas en tanto que necesiten arder. Nuestra presente debilidad no debe tentarnos a limitar al Santo de Israel. Hay una hospedería en cada paso de los Alpes de la vida, y un puente que cruza cada río de tribulación que atraviesa nuestro camino hacia la Ciudad Celestial. Los santos ángeles que nos guardan son tan numerosos como los ángeles caídos que nos tientan. Nunca tendremos una necesidad para la cual nuestro benigno Padre no hubiere provisto ningún suministro.

Yo veo muy claramente un poder que rige todas las cosas que ocurren en el camino que recorremos. Veo un alambique en el cual son transformadas todas las cosas. ‘Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados’. Veo una mano que obra portentos que para nosotros convierte a las espadas de la enfermedad en arados de corrección, y las lanzas de la tribulación en podaderas para disciplina. Gracias a esta habilidad divina las cosas amargas son endulzadas y los venenos son convertidos en medicinas. ‘Nada os dañará’, es una promesa demasiado fuerte para la fe débil; pero la plena seguridad descubre que es verdadera. Puesto que Dios está a favor de nosotros, ¿quién podría estar en contra de nosotros? ¡Qué dicha es ver a Jehová mismo como nuestro estandarte, y a Dios mismo con nosotros como nuestro Capitán! Sigamos adelante en el nuevo año, pues ‘no te sobrevendrá mal’.

Una cosa más resulta ser el brillo mismo: este año confiamos ver que Dios es glorificado por nosotros y en nosotros. Si cumplimos nuestro fin más importante, alcanzaremos nuestra dicha más excelsa. Pensar que Dios puede obtener gloria de tales pobres criaturas como nosotros, es el deleite del corazón renovado. ‘Dios es luz’. Nosotros no podemos agregar nada a Su brillo pero podemos actuar como reflectores que, aunque no tengan ninguna luz propia, cuando el sol brilla sobre ellos, reflejan sus rayos, y los envían donde no hubieran llegado nunca sin tal reflexión. Cuando el Señor brilla en nosotros, proyectaremos esa luz en los lugares oscuros, y haremos que quienes están sumidos en sombra de muerte se regocijen en Jesús nuestro Señor.

Esperamos que Dios haya sido en alguna medida glorificado en algunos de nosotros durante el año pasado, pero confiamos que será glorificado por nosotros mucho más en el año que comienza ahora. Estaremos contentos de glorificar a Dios ya sea activamente o pasivamente. Queremos que sea de tal manera que, cuando la historia de nuestra vida sea escrita, quienquiera que la lea no nos considere como ‘hombres que se han autorrealizado’ sino como obra de las manos de Dios, en quien Su gracia es engrandecida. Los hombres no pueden ver la arcilla en nosotros sino en las manos de Alfarero. Se referían a alguien diciendo: ‘es un excelente predicador’; de otro dijeron: ‘Nunca nos damos cuenta de cómo predica, pero sentimos que Dios es grande’.

Deseamos que nuestra vida entera sea un sacrificio, un altar de incienso que humee continuamente con un dulce perfume para el Altísimo. ¡Oh, ser llevado a lo largo del año sobre las alas de la alabanza a Dios; remontarse de año en año, y elevar en cada ascenso un cántico más excelso y, sin embargo, más humilde para el Dios de nuestra vida! La visión de una vida llena de alabanza no se cerrará nunca, sino que continuará a lo largo de la eternidad. De salmo en salmo y de aleluya en aleluya ascenderemos el monte del Señor; hasta llegar al Lugar Santísimo, donde, con rostros velados, nos inclinaremos delante de la Majestad divina en la bienaventuranza de una adoración sin fin. ¡Que el Señor sea con ustedes a lo largo de todo este año! Amén.

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