¿Me amas? (Juan 21: 16)
Un amor por alguien es uno de los sentimientos comunes a la naturaleza humana. Desafortunadamente, la gente pone algunas veces su amor en objetos indignos. Yo quiero reclamar un lugar para Quien es más digno de nuestro amor: ¡Jesucristo! Esto no es algo que hacen únicamente los fanáticos; la propia salvación que gozan los creyentes es posible debido únicamente a lo que Cristo ha hecho. Entonces, ¿Cómo pueden no amarle los creyentes? La santidad no puede existir sin el amor a Cristo.
Quiero hacer dos observaciones sobre este tema. La primera es:
1. El verdadero cristiano tiene un sentimiento especial de amor a Cristo Hay muchas cosas que los cristianos creen y hacen en el curso de sus vidas cristianas. Pero lo más notable en cuanto a los verdaderos creyentes es su amor por su Señor. El conocimiento bíblico, la fe, la reverencia y la obediencia a Dios, todas esas son cosas que se han de ver en la vida del creyente. Pero los verdaderos creyentes van más lejos: aman a Cristo. Una persona puede carecer de un claro conocimiento, puede tener un valor que flaquea, o incluso puede caer en pecado. Pero, si amara a Cristo, ninguna de esas cosas la conduciría a la eterna destrucción.
La falta de fe y la falta de amor, ambas cosas son pasos que conducen a la ruina eterna. “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema”, escribió Pablo (1 Corintios 16: 22). El propio Jesús les dijo a los judíos: “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais” (Juan 8: 42). Y después de Su resurrección, Jesús le hizo tres veces esta pregunta a Su discípulo Pedro: “¿Me amas?” (Juan 21: 15, 16, 17). Estas son palabras que examinan a fondo la realidad de nuestra religión. Sencillas y fáciles de entender, son palabras sumamente escudriñadoras.
Si desean conocer el secreto de este sentimiento hacia Cristo, el apóstol Juan nos informa: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4: 19). Nosotros le amamos por todo lo que ha hecho por nosotros. Los creyentes han sido redimidos de la culpa, del poder y de las consecuencias de sus pecados. Y ahora reciben de Cristo, cotidianamente, vida y fortaleza espirituales, según ora por ellos en el cielo.
¿Ama el deudor al amigo que inesperadamente paga por él la totalidad de su deuda? ¿Ama la persona que se está ahogando a aquel que se sumerge en el océano y la rescata? ¿Ama el individuo que se encuentra atrapado en una casa en llamas al que arriesga su propia vida para lanzarse a las llamas para rescatarlo? ¡Incluso un niño podría responder estas preguntas! Exactamente de la misma manera y por similares razones, el verdadero creyente ama a Cristo.
a) El amor a Cristo es el compañero inseparable de la fe salvadora en Cristo. Si una persona no le tiene amor a Cristo, pueden estar seguros de que no tiene una verdadera fe en Cristo.
b) El amor a Cristo es el mejor motivo para toda obra hecha para Cristo. Hay una gran diferencia entre el cuidado de una niñera por un niño enfermo, y el cuidado de una madre por su hijo enfermo. La una actúa por un sentido del deber, mientras que la otra actúa motivada por el afecto y el amor. La una presta su servicio porque se le paga para que lo haga; la otra hace lo que hace llevada por el amor del corazón por ese niño. Sucede exactamente lo mismo en lo relacionado con el servicio a Cristo. Todos los grandes obreros de la Iglesia, a través de los tiempos, han sido eminentemente amantes de Cristo.
c) Debemos enseñar especialmente a los niños el amor a Cristo. Hay muchas cosas de la verdad cristiana que son difíciles de entender para los niños. Pero el amor a Jesús es algo que está al alcance de su entendimiento.
d) El amor a Cristo es el punto en el que todos los cristianos, procedentes de diferentes ramas de la iglesia cristiana, pueden unirse prescindiendo de sus diferencias en otros aspectos. “Yo no puedo hablar mucho a favor de Cristo” –dijo un anciano sin educación- “pero aunque no pueda hablar a favor de Él, ¡yo podría morir por Él!” J. C. Ryle, D. D. Aspectos de la santidad. Continuará...
miércoles, 30 de marzo de 2011
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