jueves, 3 de febrero de 2011

“En medio del teológicamente desacreditado siglo diecinueve, vivió un predicador que recibía al menos seis mil personas en su congregación cada día domingo, cuyos sermones fueron cablegrafiados a Nueva York los lunes por la mañana, durante muchos años, para ser publicados en los principales periódicos de aquel país, que ocupó el mismo púlpito durante casi cuarenta años sin la menor mengua del flujo abundante de su predicación y sin repetirse a sí mismo o sin que se extinguiera su material. El fuego que encendió y que se convirtió en un faro que brilló a través de los mares y a lo largo de las muchas generaciones hasta nuestros días, no fue una simple ‘quema de matorrales’ producido por el sensacionalismo, sino un incendio inextinguible que resplandece y arde en sólidos hogares, alimentado por los fuelles de la Palabra eterna. Tenemos ante nosotros el milagro de una zarza que arde en fuego y que, sin embargo, no se consume”.

Con estas palabras, Helmut Thielicke inició su clásico estudio sobre Charles Haddon Spurgeon, el más grande predicador que habría en la iglesia evangélica desde que John Knox tronara en Escocia. Durante su vida, su voz fue escuchada por unos diez millones de personas; en ciertas ocasiones especiales predicó a más de veinte mil personas congregadas para oírle, quienes sorprendentemente podían escucharle a pesar de que no había en aquel tiempo ni micrófonos ni los sofisticados dispositivos disponibles en nuestros días. Hoy, como Abel, muerto, aún habla. En contraste con los laxos sermones y la teología intrascendente de la mayoría de los predicadores contemporáneos, los escritos de Spurgeon continúan siendo publicados, comprados y leídos. En 1992, un siglo después de su muerte, había más obras impresas de Spurgeon que de cualquier otro autor de habla inglesa, vivo o muerto. Charles fue un poderoso instrumento del despertar espiritual, del avivamiento y de la reforma, en una época en que tanto la piedad como la teología de la iglesia estaban siendo acosadas interna y externamente.

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