Presta atención a tu manera de orar, y hazlo con toda seriedad. No permitas nunca que la oración se convierta en una formalidad sin vida. Algunas personas oran durante un largo tiempo, pero no consiguen lo que piden, porque no argumentan la promesa de una manera veraz y seria. Si entraras en un Banco y te quedaras hablando con el empleado durante una hora y salieras de nuevo sin tu dinero en efectivo, ¿de qué te serviría? Si voy a un banco, entrego mi cheque en la ventanilla, tomo mi dinero y me dedico a mis actividades: esa es la mejor manera de orar. Pide aquello que necesitas porque el Señor lo ha prometido, y sigue haciendo tu trabajo con la plena seguridad de lograrlo. Ponte de pie cantando, porque la promesa ha sido cumplida, y de esa manera tu oración recibirá una contestación. Lo que hace que Dios oiga, no es la longitud de tu oración, sino la fuerza de tu oración, y la fuerza de tu oración radica en tu fe en la promesa que has argumentado delante del Señor.
Tomados de libro Según Sus promesas. C. H. Spurgeon
domingo, 28 de febrero de 2010
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