“Mujer, he ahí tu hijo”. Esto manifiesta claramente la propia humanidad real de Cristo, quien hasta el final reconoció Su relación humana con María, de quien nació. Sin embargo, Su lenguaje nos enseña a no adorarla a ella, pues la llama: “mujer”, y nos lleva a honrarlo a Él, que en Su más terrible agonía pensó en las necesidades y aflicciones de ella, así como piensa de igual manera en todos los miembros de Su pueblo ya que ellos son Su madre y Su hermana y Su hermano. “Mujer, he ahí tu hijo”. Allí vemos al Hijo del hombre preocupándose por Su afligida madre con la ternura de un hijo. En una palabra anterior, cuando abrió el Paraíso, vieron al Hijo de Dios; ahora ven a Aquel que fue cierta y verdaderamente nacido de una mujer y sometido a la ley; y bajo la ley le ven todavía, pues honra a Su madre y se preocupa por ella en el artículo de la muerte.
C. H. Spurgeon, sermón no.1409 - La última de las siete palabras.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario