viernes, 30 de enero de 2009

Spurgeon y sus aflicciones

Es el año de 1871. El ‘príncipe de los predicadores’ C. H. Spurgeon, un hombre que regularmente predicaba a una congregación de varios miles de personas, se encuentra solo en su habitación. Acaba de pedirle a todos los que le rodeaban que se fueran. Está completamente deshecho y atormentado por un dolor sumamente extremoso, que no puede soportar más. Le pidió a todas las personas que salieran, para poder estar solo con su Padre celestial. Esto es una porción de lo que pide en su oración:

‘Tú eres mi Padre, y yo soy Tu hijo; y Tú, como un Padre, eres tierno y lleno de misericordia. Yo no podría soportar ver a mi hijo como Tú me haces sufrir; y si lo viera atormentado como yo lo estoy ahora, haría cualquier cosa para ayudarlo y le ofrecería mis brazos para sostenerlo. ¿Esconderás tu rostro de mí, Padre mío? ¿Mantendrás tu pesada mano sobre mí, y no me ofrecerás una sonrisa de Tu rostro?

En esas palabras discernimos un poco de las profundidades de las aflicciones que Spurgeon tuvo que soportar, pero también comprobamos la intimidad de su relación con su Dios, como consecuencia de esa aflicción y por medio de ella. Spurgeon es muy conocido como un hombre de un magnífico humor y un maravilloso sentido de la broma, pero no podríamos entender a Spurgeon sin comprender algo de las aflicciones que fue llamado a soportar.

¿Cuáles fueron esas aflicciones?

Sus aflicciones fueron muchas y de diversos tipos.

Carga de trabajo:

Para empezar, había un peso inimaginable en las responsabilidades con las que tuvo que cargar. Desde la edad de 19 años, predicó y fungió como pastor de una iglesia de varios miles de miembros.

Constantemente tenía que lidiar con almas atribuladas y preocupaciones pastorales, e invariablemente predicaba varias veces durante la semana. Él dijo: ‘nadie sabe el trabajo pesado y el cuidado que llevo sobre mis hombros. . .tengo la responsabilidad del orfanatorio, soy pastor de una iglesia con varios miles de miembros, algunas veces hay matrimonios y funerales que debo oficiar, hay un sermón semanal que tengo que revisar, tengo que editar la revista La Espada y la Cuchara, y junto a todo eso, tengo que responder un promedio semanal de unas quinientas cartas. Todo esto, sin embargo, es sólo la mitad de mi deber, pues hay innumerables iglesias establecidas por amigos, con cuyos asuntos yo estoy íntimamente vinculado, sin mencionar los casos problemáticos que continuamente me son referidos.’

No hay duda alguna que esta carga de trabajo lo quebrantó y acarreó muchas de sus aflicciones, tanto físicas como mentales. Sin embargo, afirmó: ‘si tuviera cincuenta cuerpos me regocijaría en quebrantarlos todos en el servicio del Señor Jesucristo.’

Enfermedad y depresión

A partir de los 35 años de edad, difícilmente pasaba un año sin que una enfermedad u otra lo afligieran. Entre otras cosas, sufría de la gota, de neuralgia y de reumatismo. Estas eran todas, dolencias extremadamente dolorosas.

Él escribió en una ocasión a su congregación del Tabernáculo Metropolitano: ‘Queridos amigos, el horno aún brilla en torno a mí. Desde la última vez que les prediqué, he sido abatido muy bajo; mi carne ha sido torturada con mucho dolor, y mi espíritu ha sido postrado con depresión.’ Él escribió en la Espada y la Cuchara en un artículo intitulado ‘Misericordias grandiosas’ ‘¿Han estado alguna vez acostados sobre un solo costado?¿Alguna vez intentaron darse vuelta, para descubrir que no podían hacerlo?¿Acaso tuvieron que levantarlos otras personas, y por su amabilidad solo les revelaron el miserable hecho que tenían que volverlos a la posición anterior de inmediato, pues aunque era sumamente incómoda, era preferible a cualquier otra?. . . Algunos de nosotros sabemos lo que es, noche tras noche anhelar algo de sueño sin poder lograrlo'.

No creo que podamos sobreestimar la profundidad del sufrimiento que experimentó este gran siervo de Dios.

Y como lo establecía muy claro esa carta a su congregación, estos prolongados tiempos de dolor también traían consigo tiempos de profunda depresión para Spurgeon. ‘Hay calabozos en los subterráneos del castillo de la desesperación’ solía decir.

En la Espada y la Cuchara escribió en otra ocasión: la dolorosa indisposición del Editor lo fuerza a no preparar sus usuales notas mensuales, así como la exposición de los Salmos. La demasiada presión de trabajo ha producido un malestar cuya raíz es más mental que física. Un dolor agotador, unido a la aflicción y a la siempre creciente responsabilidad hacen un peso bajo el cual, la fortaleza mortal sin ayuda debe sucumbir. Un Dios que es suficiente para todo es nuestro gozo y nuestro regocijo.’

Todas estas enfermedades tuvieron como resultado que Spurgeon no pudo predicar durante un tercio, la tercera parte de los últimos 22 años de su vida. Se la pasaba enfermo o recuperándose en casa o en el clima más cálido de Mentone, Francia.

Tragedia

Un incidente muy conocido que ocurrió temprano en su carrera, es considerado como uno de los factores que afectó seriamente su salud por el resto de su vida. El incidente tuvo lugar cuando contaba solamente con 22 años de edad. Fue el 19 de Octubre de 1856, e iba a comenzar a predicar en el Surrey Gardens Music Hall, porque la capilla de New Park Street se había vuelto muy pequeña para el número de persona que asistían. Más de 10,000 personas habían abarrotado el local y el servicio acababa de comenzar cuando alguien gritó ‘¡Fuego!” Otro también gritó: ‘¡los balcones se están desplomando!” Y el pánico provocó una estampida para salir huyendo, en la que murieron 7 personas y muchas más resultaron heridas.

Spurgeon estaba completamente devastado por este incidente, que afectó su sistema nervioso por el resto de su vida, y, sorprendente en un hombre que regularmente predicaba a tantos, lo dejó con un terror hacia las multitudes.

Un amigo comentó: “yo solamente puedo concluir, de lo que vi, que su muerte a temprana edad pudo haber sido producida en cierta medida por el horno de sufrimiento mental que soportó durante esta terrible noche, y en días posteriores.”

Familia

Sumado a todo lo anterior, tuvo que experimentar otros tipos de aflicciones. Su esposa Susana, a quien amaba grandemente, vivió buena parte de su vida confinada en su casa y buena parte del tiempo en cama. Ella dio a luz a los gemelos en 1856, y realmente nunca se recuperó de ese parto. Raramente escuchó predicar a su marido, pues era incapaz de asistir al Tabernáculo Metropolitano, y tampoco podía acompañarlo a Mentone, excepto en ocasión de la muerte de Spurgeon en ese lugar. Estas ausencias eran duras de soportar, y eran la causa de mucha aflicción para ambos.

Calumnias

Además no hemos mencionado todavía la aflicción del ridículo, la calumnia y los comentarios injuriosos que Spurgeon experimentó durante su ministerio, procedente de la prensa así como también de otros ministros. ‘A menudo he caído de rodillas, con un sudor caliente brotando de mi rostro bajo una nueva calumnia derramada sobre mí; en una agonía de dolor, mi corazón ha estado muy cerca del quebrantamiento.’ Los ataques injuriosos comenzaron tan pronto llegó a Londres. Sus modales del campo, extraños para los citadinos, y su forma de vestir eran objeto de burla. El periódico Essex Standard publicó un artículo en el que escribían ‘su estilo es coloquial y vulgar, delirante. . . Todos los misterios más solemnes de nuestra santa religión son tratados por él ruda, cruda e impíamente. . . El sentido común resulta ofendido y la decencia termina enojada. Sus tonos altisonantes están entremezclados de crudas anécdotas que ofenden los oídos normales, y ¡a esto le llaman popularidad!'

Más doloroso para Spurgeon era la forma en que sus colegas ministros se referían a él. Su posición por la verdad por lo que fue conocido como ‘la Controversia del Declive’ de 1887, en razón que la herejía liberal y moderna estaba invadiendo la Unión Bautista, a la que pertenecían Spurgeon y el Tabernáculo, también le acarreó mucho abuso y tergiversación.

El doctor John Clifford quiera era a la sazón el presidente de la Unión escribió por esa época ‘¡Oh! Me duele indeciblemente ver a este eminente “ganador de almas” sacudiendo las energías de miles de cristianos para involucrarlos en disputas y rivalidades personales.’ Inclusive hombres que habían estudiado en su Instituto, tomaron partido contra él en esta controversia, o no entendían la necesidad de la posición que adoptó, y algunos llegaron a llamarlo “el nuevo papa.”

Esta batalla por la verdad le salió muy cara a Spurgeon. Tuvo un sinnúmero de ataques de gota durante la controversia, y también en este tiempo comenzó a sufrir de una enfermedad en sus riñones, que le despojó de toda su energía. La batalla fue causa de una gran tristeza y angustia para él. Muchos consideran que la controversia aceleró su muerte, que vino el 31 de Enero de 1892 en Mentone, Francia.

Me probará, y saldré como oro (Job 23: 10)

Así que hemos visto que la aflicción formó parte de la vida de C. H. Spurgeon. Ciertamente acortó su ministerio pero sin duda enriqueció y profundizó su ministerio.

Él era un hombre de gran simpatía y sensibilidad. Era capaz de predicar sobre el sufrimiento y la desesperación desde la perspectiva de un hombre que había vivido estas cosas y las conocía desde dentro. Podía predicar sobre Cristo como alguien que había encontrado deleite en Él, aun en los días más oscuros. Spurgeon estaba verdadera y profundamente agradecido por sus aflicciones. Siempre las reconoció como parte de los tratos del Señor con él, y como cosas enviadas para guiarlo a Cristo. Su hijo, Charles Spurgeon junior, escribió: 'no conozco a nadie que pudiera impartir más consuelo a los corazones sangrantes y a los espíritus tristes, de manera más dulce, que mi padre. Así como cuando las flores son aplastadas, producen más aroma, así él, habiendo soportado la larguísima enfermedad de mi querida madre, y también constantes dolores en él mismo, era capaz de identificarse de la manera más tierna con todas las personas que sufrían.’

Debemos dar gracias de todo corazón al Señor por la vida de Charles Spurgeon, por el hombre que llegó a ser a través de todos sus sufrimientos. Él es un verdadero héroe de la fe, un hombre que nos presenta un reto con su celo por la causa de Cristo, y su disposición a ‘gastar de lo suyo y aun él mismo gastarse’ (2 Corintios 12: 15) en el servicio de su Señor, y su fe ante el horno de la aflicción.

Autor: Hugo Collier, pastor de la iglesia bautista de Great Ellingham, Norfolk, Inglaterra. Esta iglesia fue establecida en 1689.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Allan,
Soy Paco jejeje
para que veas que si entro a tu página.
La verdad esto me inspira para seguir trabajando en mis estudios y que no me gane la flojera (claro, para que sea todo este trabajo en el nombre de Dios) y con todos este trabajo que tengo es nada comparado con lo que tenia que hacer Spurgeon y ademas de sus enfermedades y ataques constantes que recibia, todo esto no puede compararse con lo que yo hago, ya que, yo estoy sano y ademas mi unica responsabilidad es estudiar en el nombre del Señor.
¡Sigue asi Allan!

"No temas, por que yo estoy contigo; no desmayes por que yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia"
Isaias 41:10

Anónimo dijo...

Mi querido Allan, de todo corazón le doy gracias a Dios por conocer a Spurgeon a tráves de tu gran Ministerio ya que sin el nos perderíamos de este gran tesoro. Nuevamente muchas gracias y que Dios te cuide y te ilumine en todo lo que realices.

Allan Román dijo...

Hola Paco. Qué bueno que te sientas con ánimo de estudiar más, incluyendo el Conservatorio y la King James Version de la Biblia.
Saludos a Rigo.