jueves, 18 de septiembre de 2008

Cartas desde el sufrimiento - No.7

Menton
Enero de 1879

Queridos amigos:

El sermón que les envío es tan largo que sólo puedo agregar una línea o dos en lo relativo a mí. Voy a reducirme a lo mínimo en cuanto a mí. Los calurosos días soleados de los que he disfrutado en este lugar de descanso, por la bendición de Dios, están devolviéndome la salud y el vigor. Seré feliz, en verdad, si mi vigor espiritual y mental son renovados también al serme quitado el cuidado diario que me agobiaba; si ocurre así, mis oyentes serán los ganadores, pues toda mi fortaleza ha sido y será empleada en mi ministerio.

Me da mucho gusto oír que ya están dando comienzo los servicios especiales en el Tabernáculo, y suplico a todos los hermanos de allí que inviertan todas sus energías en esos servicios. Oren para que el Espíritu Santo obre poderosamente y glorifique al Señor Jesús en medio de las congregaciones; y luego, pónganse a trabajar para atraer a la gente que se encuentra afuera. ¡Reúnanlos! ¡Tráiganlos de los vallados y de los caminos, y llenen el festín del Evangelio! Ustedes cuentan con predicadores a quienes Dios ha bendecido ampliamente, pero, ¿cómo podrían beneficiar a la gente si no asisten para escucharlos? Den a conocer los servicios y presionen a quienes usualmente no asisten a la adoración pública, para que lo hagan. Anhelamos ver que las almas sean salvadas, ¿no es cierto? Mi corazón no puede estar contento mientras los hombres se están condenando. Yo no puedo estar predicando ahora en medio de las multitudes, pero desde lo más íntimo de mi alma oro por aquellos a quienes se les ha concedido ese privilegio, y por ustedes también, que tienen el gozo de ayudar en la obra del Señor.

Estoy obligado a agradecer a esos generosos amigos que continúan enviando la ayuda para las diversas obras bajo mi cuidado: que el Señor los recompense. Para todos y cada uno de mis oyentes y de mis lectores, envío de todo corazón mis salutaciones cristianas.

C. H. Spurgeon


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