viernes, 7 de marzo de 2008

Spurgeon: el anillo de ópalo y el pinzón real cantarín

La enfermedad de Susana, su esposa, constituía un constante dolor de cabeza para Charles. Como buscaba ser de ayuda y consuelo para ella en sus aflicciones, a menudo le hacía la pregunta: “¿qué puedo traerte, cariño?” Un día ella le respondió en son de broma: “me gustaría un anillo de ópalo y un pinzón real cantarín.” Spurgeon la miró muy sorprendido, y le dijo: “ah, tú sabes que no puedo conseguirte esas cosas.” (Estamos hablando de un ave con plumaje de color rojo oscuro en la cara, pecho y abdomen, ceniciento en lo alto de la cabeza y del cuello, pardo rojizo en el lomo, verde amarillento en la rabadilla, negro en la frente, pardo a dos franjas transversales, una blanca y una amarilla en las alas, y negro con manchas blancas en la cola. Abunda en España). Spurgeon y su esposa bromearon varias veces acerca de esa extraña solicitud durante los siguientes días. Pero un jueves por la noche, no mucho tiempo después, Charles regresó del Tabernáculo Metropolitano y le mostró a su esposa una diminuta cajita. Ella la abrió con mucha curiosidad, y encontró un hermoso anillo de ópalo, que él colocó en su dedo. Naturalmente, Susana quería saber de dónde había sacado el anillo. Él le contó que una anciana dama, a quien él había visitado en una ocasión cuando estaba enferma, había enviado una nota al Tabernáculo preguntando si alguien podía visitarla porque tenía un pequeño presente que deseaba entregarle al pastor. El secretario privado de Spurgeon visitó a la señora y recibió el anillo. En verdad, la benignidad de Dios resplandecía sobre ellos aun en sus dificultades. Pero aún hay más. No mucho tiempo después, Susana viajó a Brighton, un puerto de Inglaterra, para convalecer. Unos pocos días después, Charles fue a visitarla. Cuando entró llevaba con él una jaula con una cubierta. Cuando le quitó la cubierta, descubrió que era una jaula que contenía un hermosísimo pinzón real. Uno puede imaginar la sorpresa y gozo cuando vio que su segundo deseo había sido concedido. Después que Susana se hubo ido a Brighton, Charles fue a ver a un amigo que agonizaba. Después de orar con el afligido matrimonio, la señora de la casa le dijo: “quiero que le lleve un pajarito a la señora Spurgeon. No se lo quiero dar a nadie sino a ella. Sus cantos resultan ser demasiado para mi pobre marido en su débil estado, y yo sé que le va a interesar y a divertir a la señora Spurgeon en su soledad cuando usted está lejos de ella.”
Charles, por supuesto, compartió con sus amigos cómo Dios en Su providencia había cumplido los deseos de su esposa. Aun en situaciones comparativamente triviales, Dios bendecía en verdad al matrinomio de una manera maravillosa. Ambos reconocieron que estos dones eran realmente dones procedentes de un amante Padre Celestial.
Tomado de Spurgeon, Príncipe de los Predicadores. Por Lewis Drummond. Esta es una de las biografías más completas y recientes del gran predicador.

1 comentario:

Luke dijo...

Allan,

Es interesante observar como Dios obra en la vida de cada perdona. Pareciera que esto fue una serie de eventos irelevantes, pero al analizar esta anegdota de Charles uno obverva como Dios obra asta en lo mas pequeño de nuestras vidas. Algo que pareciera totalmente superfluo se cumple de una forma que solo puede ser explicada por Dios obrando atraves de sus propositos... si Dios obra en las vidas de sus hijos atraves de cosas tan pequeñas e irelevantes como abra de hacerlo con las cosas que realmente tiene valor!

Gracias por compartir esta anegdota con nosotros es muy interesant.


Luke Montgomery