Él amaba a la gente y su sentido del humor era contagioso y proverbial. Por ejemplo, durante una elección general parlamentaria, Spurgeon llegó inusualmente tarde a una cita donde tenía que hablar. Explicando su tardanza, comentó que se había detenido a votar. “¡A votar!” -preguntó un crítico extremadamente piadoso- “pero mi querido hermano, ¡yo pensé que usted era un ciudadano de la Nueva Jerusalén!” “Lo soy,” -respondió Spurgeon- “pero mi ‘viejo hombre’ es un ciudadano de este mundo.” “¡Ah!, pero usted debería mortificar ‘su viejo hombre’” replicó el crítico. “Eso es exactamente lo que hice,” argumentó Spurgeon, “pues mi ‘viejo hombre’ es un miembro del Partido Conservador y yo lo hice votar a favor de los Liberales.” Eso finalizó el encuentro.
Tomado de: Spurgeon, el príncipe de los predicadores. Biografía reciente de Spurgeon escrita por Lewis Drummond.
miércoles, 19 de marzo de 2008
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