5.
EL COSTO
“Porque ¿quién de
vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (Lucas 14: 18)
Es un buen signo que queramos ser santos. Podemos dar
gracias a Dios por poner ese deseo en nuestros corazones. Al mismo tiempo hemos
de pensar seriamente acerca de cómo ser un cristiano afectará realmente nuestras
vidas. ¡El camino de Cristo hacia la vida eterna es un camino de gran consuelo,
pero es también un camino angosto en el que la cruz va delante del trono!
1. Voy a mostrar lo que cuesta ser un verdadero
cristiano
No estoy discutiendo lo que cuesta salvar el alma de un
cristiano. Yo sé que cuesta nada menos que la sangre vital del Hijo de Dios
para proveer una expiación por el pecado y así redimir a una persona del
infierno. Quiero considerar lo que los creyentes están dispuestos a renunciar
por una vida de servicio para Cristo.
Concedo que cuesta poco ser un cristiano meramente
nominal. Asistir a un lugar de adoración en un día domingo y ser tolerablemente
moral durante la semana es un cristianismo barato y fácil; no hay ningún
renunciamiento o abnegación en ello. Pero sí cuesta algo ser un verdadero
cristiano: hay enemigos a vencer, batallas que pelear, sacrificios que hacer,
tentaciones que resistir. Esa es la razón por la que es importante que
calculemos el costo.
a) Hay un costo para nuestra justicia propia. Hemos de
deponer toda soberbia y todo engreimiento en relación a lo que pensamos que es
nuestra propia bondad. Somos salvados únicamente por la bondad y el mérito de
otro: Jesucristo. Sin Él nuestra moralidad, nuestras oraciones, nuestro estudio
de la Biblia,
la asistencia a las reuniones de adoración, todo eso equivale a nada. Tenemos
que saber que en nosotros mismos somos pobres pecadores desvalidos. Entonces,
el costo para ser un verdadero cristiano será nuestra justicia propia.
b) Hay un costo para nuestros pecados. Tenemos que
renunciar a toda acción que sea mala a los ojos de Dios. Ya sean grandes o
pequeños, públicamente conocidos o secretos, es preciso renunciar a todos los
pecados. “Quitad la iniquidad de vuestras
obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien”
(Isaías 1: 16). Hacer eso será difícil. ¡Nuestros pecados son a menudo tan
queridos para nosotros como nuestros hijos; los amamos, los abrazamos, nos
aferramos a ellos, nos deleitamos en ellos! Cristo está dispuesto a recibir a
los pecadores pero no los recibirá si se aferran a sus pecados. Para ser
verdaderos cristianos tendremos que desprendernos de nuestros pecados.
c) Hay un costo que pagar en nuestro amor por la
tranquilidad. Si como creyentes queremos ser exitosos en nuestro viaje al
cielo, será necesario un esfuerzo constante. Tenemos que ser cuidadosos en
nuestro comportamiento en cada momento del día: cuidadosos respecto a cada
pensamiento, a cada palabra, a cada acto. Necesitaremos ser cuidadosos con
nuestras oraciones, con nuestro estudio bíblico, y con nuestro uso de los
‘medios de gracia’. Esto también suena a un difícil consejo. Nos desagrada
cualquier cosa que requiera lucha. No podemos tener ganancias sin sufrimientos.
Para ser verdaderos cristianos hemos de renunciar a nuestra vida de
tranquilidad.
d) Podría costarnos popularidad con nuestros vecinos. Si
nuestro principal objetivo es agradar a Dios, entonces podríamos tener que
aceptar la mala voluntad de otras personas. La gente podría descartarnos como
necios, o fanáticos. Jesús dijo: “Acordaos
de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí
me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15: 20). Esto
será difícil de soportar. Es siempre desagradable que hablen mal de uno. Pero
ha de tolerarse. Ser verdaderos cristianos podría costarnos la buena voluntad
de nuestros vecinos que no son cristianos.
Recordemos que una religión que no cuesta nada no vale
nada. ¡Un cristianismo barato sin una cruz, al final será un cristianismo
inútil sin una corona!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad
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