Los
puritanos comentan –y es algo muy notable- que bajo la antigua ley, no se decía
ningún amén para las bendiciones; el único amén era para las maldiciones.
Cuando se pronunciaban las maldiciones era entonces cuando “decía todo el
pueblo, Amén”. No hubo nunca un amén para la bendición bajo la ley. Ahora bien,
es algo igualmente notable y más bendito aún que, bajo el Evangelio, no hay
ningún amén para las maldiciones, y que el único amén es para las bendiciones. “La
gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo
sean con todos vosotros. Amén”. “El que no amare al Señor Jesucristo, sea
anatema. El Señor viene”. No hay ningún amén. No hay ningún amén para la
maldición bajo el Evangelio. Pero “todas las promesas de Dios son en él Sí, y
en él Amén, en Cristo Jesús”.
C. H. Spurgeon - Un Salmo para el Añor Nuevo
1 comentario:
Es una bendición muy grande el tener la confianza que todas las promesas de Dios encuentran su Amén en Cristo. No hay nada más seguro!
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