28 – Abril de 1850
El señor S. nos predicó, tanto en la mañana como en la noche, sobre Juan 1: 5. No pude concentrarme en el tema como para poder ver cuál era su línea de pensamiento. Por la tarde, ¡cómo me regocijé cuando llevé a un hombre a la capilla, y a un muchacho a la escuela dominical! ¡Es el Señor! Por este aliento, en Tu fuerza, me comprometo a vivir todavía más para Ti, a pelear más constantemente, y a trabajar más duro. ¡Sosténme Tú! Susténtame, pues yo no puedo hacer nada. El Señor ha estado conmigo hoy, aunque mi corazón no ha experimentado los embelesos anteriores. Seguiré hasta el fin a través de la sombra así como a través del brillo del sol. ¡Salvador, mora en mí; yo soy Tuyo, ayúdame a servirte, y a adorarte, por los siglos de los siglos!
domingo, 24 de enero de 2010
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