jueves, 27 de noviembre de 2008

El Segundo Mandamiento

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”
Éxodo 20: 4-6.

Hay dos cosas específicas que el segundo mandamiento prohíbe: la primera de ellas es la fabricación o hechura de imágenes, y la segunda es la adoración del Dios verdadero de una manera falsa.

En relación con las imágenes:
En el mandato divino -no humano- de no hacernos imágenes, se incluye a todos los ídolos, imágenes, muñecos de oro, plata y yeso, que se encuentran en los templos de la religión dominante de nuestro país, que fue impuesta por los españoles tanto en México como en todos los países conquistados por ellos. Ahora, respecto a las imágenes, aunque a nadie le gusta que le digan que lo han engañado, es necesario comentar que los mexicanos hemos sido engañados por los supuestos “guías espirituales” del país. ¿Por qué? Bien, porque Dios prohíbe en Su palabra muy claramente la fabricación de imágenes. El profeta Isaías nos advierte: “Serán vueltos atrás, y en extremo confundidos, los que confían en las esculturas, y dicen a las estatuas de fundición: Vosotros sois nuestros dioses” (Isaías 42: 17). Pero es una gran incongruencia que la religión popular, con la Biblia en la mano y torciendo su interpretación, diga: “No hay problema”, “no les hagas caso”, “prosigue en tu religión, en lo nuestro”, “te quieren lavar el cerebro, no te dejes engañar”, “así son nuestras tradiciones”, etc...

Entonces, debemos cerciorarnos de la verdad en la Biblia, y debemos entender que la Escritura se opone al paganismo y a la idolatría. No hemos de enfurecernos porque se ataquen “nuestras tradiciones y nuestras raíces”, porque la dignidad de la raza humana no se encuentra en su pasado histórico, que pudo haber sido bueno o malo, sino en el hecho de ser criaturas hechas a la imagen y semejanza de Dios, del Dios de la Biblia.

En este segundo mandamiento, la prohibición divina incluye también los crucifijos, medallas, escapularios, cristos, santos, vírgenes y cualquier objeto que “sirva” para darnos una supuesta protección contra peligros, enfermedades, accidentes, malos espíritus, etc. Igualmente son condenados los objetos supersticiosos de la astrología y de la brujería, tales como amuletos, signos del horóscopo, pulseras de buenas vibras, anillos encantados, etc. ¿Por qué? Simplemente porque Dios no quiere que confiemos, para nuestra protección, cuidado y salvación, en nadie más sino en Él, a través de Cristo. Cristo es el único camino vivo y verdadero para allegarnos a Él, por muy atractivo o sincero que nos pareciese cualquier otro. No hay otro. (Ver Juan 14: 6; Hechos 4: 12; 1 Timoteo 2: 5).

Una aclaración:
Hemos de señalar que este mandamiento no prohíbe el arte, ni la pintura o la escultura. Prohíbe el uso de imágenes u objetos religiosos en la adoración de Dios. Por ello se dice: “No te inclinarás ante ellas, ni las honrarás.” El mandamiento se refiere a cualquier semejanza de cosas del cielo, de la tierra o de las aguas debajo de la tierra… que sean usadas para adorar a Dios.

Por otra parte, los defensores del uso de imágenes y esculturas, pasando por alto el mandamiento divino, justifican el uso de tales objetos en la adoración, diciendo que “les ayudan a acordarse de Dios, a concentrarse y estar conscientes de Su presencia”. Afirman que los ídolos son una manera de dar sustancia y realidad a su concepto de Dios, ya que sin ellos la adoración resulta muy difícil. Argumentan que no adoran a la imagen o al ídolo, sino al “espíritu” que representan. Los idólatras de todo el mundo dicen lo mismo: que no adoran a la imagen, y que sólo adoran a dios mediante el uso de la imagen. Pero siempre que los hombres han hecho imágenes o ídolos visibles de sus dioses, han llegado a pensar más tarde que las propias imágenes han estado habitadas por los propios dioses. Las imágenes llegan a ser luego el centro de la adoración, en lugar de lo que supuestamente representaban. En realidad, en vez de ayudar a los adoradores, las imágenes han terminado por confundirlos y, al final de cuentas, las personas terminan postrándose ante sus ídolos y terminan adorándolos.

En otras ocasiones, la transgresión de este segundo mandamiento es disculpada, argumentando que no se está adorando al ídolo, sino que “sólo le está venerando”. Sin embargo, las propias personas que veneran, no pueden explicar cuál es la diferencia entre venerar y adorar. La verdad es que por más que quisieran demostrarlo, no existe, en realidad, ninguna diferencia.

Una explicación de la prohibición divina:
¿Por qué prohíbe Dios la fabricación de ídolos o la adoración por medio de imágenes? Primero, porque no es posible hacer una representación visible o una imagen verdadera de Él. Nada podría representarlo correctamente. La naturaleza y el carácter de Dios no pueden ser representados por medio de imagen alguna. Dios, como espíritu, no tiene ninguna semejanza con las cosas materiales de este mundo. En otras palabras, no hay ninguna clasificación humana disponible para catalogar a Dios. Él es Santo, Justo, Perfecto, Infinito, etc. No hay nada comparable a Él. El profeta Isaías, apuntando hacia esta imposibilidad de representar a Dios por medio de una imagen, pregunta: “¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40: 18). Nuestro Señor Jesucristo, arremetiendo en contra de una forma de adoración idolátrica, dijo que “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren” (Juan 4: 23).

Dios como un ser vivo, infinito y personal, prohíbe que hagamos cualquier representación visible de Él. ¿Podemos representar al “Dios infinito” por medio de cosas “finitas”? ¡Claro que no! Las imágenes empañan y deshonran Su gloria, y le ofenden en gran manera pues le ubican al nivel de una simple criatura, corrompiendo Su grandeza y majestad.

Dios se ha manifestado por medio de Sus atributos, y Su gloria consiste en la suma de Sus atributos: santidad, justicia, soberanía, amor, omnipotencia, etc. (Éxodo 33: 18-18 y 34: 5-8). Por lo tanto, todos aquellos que fabrican, veneran y adoran ídolos o imágenes, manifiestan abiertamente que no conocen a Dios y que no saben nada de Su gloria.

Una ilustración: cualquier persona que entienda la realidad de la omnipresencia de Dios, es decir, que Dios está en todas partes, no puede ser capaz de hacer o adorar un ídolo. Bien, considere esto: ¿acaso no sería ridículo postrarse ante el cuadro del presidente de México, y hablarle, estando en la presencia del propio presidente? De igual manera, la naturaleza espiritual de Dios y Su omnipresencia, dan por hecho que Dios no puede ser adorado, ni honrado, a través de ningún ídolo o imagen. ¿Por qué? Porque no es necesario hacer una representación física de alguien que siempre está presente.

Además, no es posible representar ninguno de los atributos de Dios mediante imágenes. Por ejemplo, la existencia eterna de Dios no puede ser representada por ningún ídolo; la santidad de Dios no puede ser representada por ninguna imagen, etc. Escuchemos nuevamente la pregunta de la profecía de Isaías: “¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40: 18). Entonces, sólo quienes tienen ideas falsas y conceptos erróneos de Dios, pueden honrar las imágenes que supuestamente le representan.

En segundo lugar, Dios prohíbe las imágenes porque cada imagen de Dios no sólo es una mentira, -por ser una representación indebida- sino que también enseña mentiras acerca de Él. Las imágenes imprimen errores de todo tipo en la mente humana respecto a Su carácter y voluntad. En Romanos 1: 25, el apóstol Pablo explica que los idólatras terminan cambiando la verdad de Dios por una mentira, honrando y brindando culto a las criaturas antes que al Creador.

Las imágenes mienten porque pretenden representar a Dios cuando en realidad no lo hacen. Más bien limitan a Dios despojándole de Sus atributos y distorsionando Su carácter. Por ejemplo, los niños que, señalando las esculturas muertas o jugando con los calendarios impresos con supuestas imágenes sagradas, dicen a su padre: “mira papá, allí está diosito”. Y así es el “diosito” que se forma en su mente, un pedazo de yeso incapaz de inspirarle amor, y una imagen muda con la que puede jugar y ponerle el pie encima. Entonces podemos decir que las imágenes, en lugar de ayudar a revelar al Dios verdadero, le ocultan en realidad.

En el Nuevo Testamento aparece una enseñanza terrible acerca de las imágenes y los ídolos (Ver 1 Corintios 10: 19-20). Sin importar que los hombres se percaten o no, la Biblia nos dice que el diablo es quien inspira y está detrás de cada ídolo y detrás de cada falso sistema de adoración que desvía y pierde a las almas de los hombres. Así que las personas que honran y veneran imágenes, en realidad honran y sirven al enemigo de Dios. Recuerden que la sinceridad y la ignorancia no excluyen a nadie de violar este mandamiento divino.

En tercer lugar, Dios prohíbe las imágenes porque destruyen la verdadera naturaleza de la adoración. ¿Por qué? Porque Dios desea que los seres humanos se postren ante Él y no ante una imagen. Dios quiere que le adoremos con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, y no con un rito externo que incluya tan solo el movimiento de nuestros labios y la presencia de nuestro cuerpo. La adoración de un objeto muerto resulta ser algo irracional, pero la adoración de un Dios vivo y verdadero implica que el hombre lo haga con todo su ser, espíritu y alma.

En cuarto lugar, Dios prohíbe las imágenes porque destruyen la verdadera naturaleza de la fe. La verdadera fe cristiana está basada en la revelación que Dios nos ha dado de Sí mismo en Su palabra escrita. Dios se ha manifestado, no por medio de una imagen, sino por medio de un libro y por medio de una persona. El libro es la Biblia y la persona es el Señor Jesucristo.

El cristianismo verdadero consiste en una relación viva y personal con Dios, y solamente podemos entrar en esta relación personal por medio de la fe en Cristo. Entonces, el lado positivo de este mandamiento es que creamos en Cristo, que creamos en Dios tal como se ha manifestado en la persona y en la obra de Cristo. De conformidad a 2 Corintios 4: 4-6, Dios ha manifestado Su verdad y Su gloria en la persona y la obra de Su Hijo. En el Libro de Hebreos, en el capítulo 1, se afirma que Cristo es “el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia”. Por lo tanto, si queremos acercarnos a Él, no es a través de ningún ídolo o imagen, sino a través de Cristo, quien es el único mediador señalado entre Dios y los hombres (1 Timoteo, 2: 5).

Las imágenes mentales de Dios:
No todas las imágenes falsas de Dios están solamente en los templos católicos o paganos, mas también existen en la mente y en los corazones de los hombres incrédulos. Con frecuencia se escucha decir frases como la siguiente: “Me gusta pensar en Dios como el gran arquitecto o artista”, o “yo no pienso en Dios como un juez sino sólo como un padre amoroso”, o “a mí me gusta imaginarme a Dios como un ancianito muy simpático”, etc. Es muy importante señalar que quienes se sienten libres para pensar en Dios como a ellos les gusta, también quebrantan el segundo mandamiento, pues están haciéndose una imagen mental de Dios. No tenemos el derecho de pensar en Dios como a nosotros nos guste.

Pero la triste realidad es que todos los que no conocen al Dios verdadero, fabrican o inventan un dios falso en sus mentes. El mundo está lleno de personas que sostienen falsas ideas acerca de Dios, y esto se debe a que se niegan a creer lo que Él ha dicho de Sí mismo en Su palabra. Es en ese sentido que podemos hablar del dios de la imaginación del hombre. Cada quien debe preguntarse: “¿cuál es la imagen de Dios que tengo en mi mente? ¿Acaso no tengo una falsa imagen de Él? En verdad muchas personas preferirían que Dios fuera como ellos piensan que es y no como es en realidad. ¿Cómo es ese “dios” imaginario? Veamos algunas de las características de ese “dios” que sólo existe en la mente de los hombres. Brevemente podemos decir que es:

1. Un dios que se asemeja más a un hombre que al Dios verdadero
2. Un dios compuesto de puro amor, que ama por igual a todos los hombres, sin importar sus pecados o sus vidas licenciosas.
3. Un dios que no es capaz de castigar el pecado en el infierno, porque los hombres conciben que es un lugar demasiado malo para que exista.
4. Un dios impotente y frustrado que no es capaz de hacer su voluntad, excepto cuando el hombre todopoderoso, con su supuesto libre albedrío, se lo permita.
5. Un dios cuya santidad ha sido tan rebajada, que los hombres han terminado por pensar del pecado y de la culpa como a ellos les parece que deba ser, y como algo que ellos mismos determinan. Pasando por alto el carácter santo del Dios revelado en los mandamientos, los hombres piensan que su propia opinión es la correcta.
6. Un dios débil e indulgente que puede ser manipulado o sobornado por los hombres, de acuerdo a la necesidad. Es un dios capaz de exonerar al presidente más corrupto o al narcotraficante más temido, sin ningún arrepentimiento previo.
7. Un dios que existe sólo para cumplir los deseos y caprichos de los hombres. Es un ayudante todopoderoso: ‘ayúdame a encontrar estacionamiento; ayúdame a sacarme los pronósticos; ayúdame a que no descubran las trampas que hice; ayúdame a salir de la cárcel por haber asesinado a una persona’, etc.
8. Un dios de bolsillo que tiene que sujetarse al supuesto ‘libre albedrío’ de los hombres. Ellos son quienes le designan el tiempo y la manera como ha de ser servido y adorado. Eso, si le parece; y si no, lo desechan por ser tan estricto. Es un dios que no es ni santo, ni soberano, y que realmente resulta indigno de llevar el nombre de “dios”.

La idolatría tiene consecuencias
La Biblia señala a todas las personas que adoran ídolos o que veneran imágenes religiosas, como siendo objetos especiales de la ira y el castigo de Dios. En Éxodo 20: 5, dice que visitará la maldad de la idolatría sobre ellos y sobre sus hijos, hasta la tercera y cuarta generación, indicando con ello que hay una maldición especial sobre los idólatras en una forma perpetua. Lo anterior resulta en dejar que los descendientes de los idólatras caigan en la misma idolatría, igual que sus padres, y así sucesivamente; lo cual desencadena una maldición interminable. Mucho de la miseria, la pobreza y la ignorancia en este mundo, se debe a este pecado de haberle dado la espalda a Dios. Por si esto fuera poco, en el libro de Apocalipsis 20: 8, se nos indica el destino eterno de los idólatras. La Escritura dice: “Mas a los temerosos e incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y los hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y con azufre…” Es decir, el destino presente de los adoradores de imágenes es el sufrimiento, y en el futuro les espera la condenación eterna en el infierno. Debemos fijarnos en que no es poca cosa ofender al Altísimo. No se puede agraviarle, blasfemar en contra Suya y quedar impune. En la divina impartición de justicia no existen las influencias, ni la impunidad; nada impedirá al Todopoderoso llevar a cabo Sus juicios justos y verdaderos. ¡Con razón el apóstol Juan nos advirtió: “Hijitos, guardaos de los ídolos”! Si hemos de escapar del castigo por haber transgredido este segundo mandamiento, no es por medio de ocultarnos o de esconder nuestras faltas, sino a través de un genuino arrepentimiento de todo pecado, y a través de la fe en Cristo para nuestro perdón y justificación.

Algunos comentarios finales que nos sirvan de reflexión
1. ¿Por qué los hombres no abandonan la idolatría? Millones de personas que están dispuestas a postrarse ante un ídolo, jamás se han inclinado, ni se someterían al Dios verdadero en los términos de arrepentimiento y fe que Él demanda. La realidad es que muchos hombres comprenden en su mente lo absurdo de la idolatría, pero continúan en ella debido a que aman el pecado, y sus ídolos e imágenes les permiten vivir como a ellos les gusta. Como Cristo dijo: “Aman más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas” (Juan 3: 19). Los hombres viven contentos en la idolatría porque sus objetos de adoración jamás “se atreverían” a desafiarles o censurarles respecto a sus vidas corruptas y licenciosas. Codiciando, mintiendo, adulterando, emborrachándose, robando, odiando y tomando en vano el nombre de Dios, dicen: librados somos “porque diosito es muy bueno, no me puede fallar”; y además, le llevé ‘sus mañanitas a la virgencita’, o librados somos “porque le he prendido más de diez veladoras al sagrado corazón”. Los hombres continúan en la idolatría porque es una manera de “seguir siendo ellos los reyes de su vida” sin que ese Dios Santo de la Biblia les moleste. De este modo, se identifican con los judíos que entregaron a Jesucristo a la muerte, los cuales dijeron: “No queremos que este (Cristo) reine sobre nosotros” (Vea Lucas 19: 14).
2. El escándalo de la idolatría. Muchas personas se escandalizan con la idolatría, superstición e ignorancia de las tribus antiguas del mundo, quienes adoraban y se inclinaban ante piedras, troncos de árbol, volcanes, etc., sin darse cuenta que ellos están cayendo en lo mismo. Dios toma sus imágenes como un intento de disminuir Su gloria y de blasfemar Su nombre glorioso, y dice que tales personas no le aman, sino que le aborrecen (Éxodo 20: 5).
3. El culto voluntario. Muchas personas quieren adorar y servir a Dios a su manera. Pero la Biblia enseña que no podemos adorar a Dios a menos que lo hagamos en la forma que Él lo ha señalado. Cristo dijo: “En espíritu y en verdad” (Juan 4: 24) y por supuesto, la idolatría no es esa adoración espiritual, ni tampoco es verdadera. El apóstol Pablo advierte también en Colosenses 2: 20-23, a todos los que practican algún tipo de “culto voluntario”, conforme a mandamientos y doctrinas de hombres y no según Dios, que tales cosas pueden tener reputación de sabiduría y humildad delante de los hombres, pero carecen de valor respecto a Cristo y Su reino. El “culto voluntario”, es decir, las personas que quieren adorar y servir a Dios a su manera, implica también que las personas que lo practican no aceptan a Dios tal como Él se ha revelado, sino que “le imponen sus condiciones”. En un planteamiento como el que surge del “culto voluntario” debemos preguntarnos quién sirve a quién, y quién es en realidad Dios: ¿Dios o el hombre? Debemos preguntarnos quién es Rey y Señor: ¿Dios o el hombre?

¿Cómo acercarnos a Dios?
Ya hemos visto la gravedad de la idolatría, pecado del cual todo hombre debería arrepentirse prestamente y buscar el camino de reconciliación provisto por Dios a través de Su Hijo Jesucristo. A Cristo podemos verle a través de la Biblia con los ojos de la fe. Dios mismo nos da entendimiento espiritual; ojos para ver, oídos para oír y un corazón para creer. Es de este modo que estamos dispuestos a creer, confiar y someternos al señorío de Cristo. La Biblia enseña que esta fe salvadora viene a nosotros por el oír y el oír por la palabra de Dios. Entonces, es necesario enfatizar nuevamente la advertencia del apóstol Juan: “Hijitos, guardaos de los ídolos” y seguid a Cristo porque sólo Él “es el verdadero Dios y la vida eterna” (1 Juan 5: 20-21).

Iglesia Bautista de la Gracia
Ciudad Netzahualcóyotl
Estado de México.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Cartas desde el sufrimiento - No.13

Hotel de la Paix, Menton
4 de Diciembre de 1879

Queridos amigos:

Tenía la esperanza de preparar un nuevo sermón para ustedes esta semana, pero, en vez de eso, he estado completamente fuera de combate, y sumamente imposibilitado de usar mi cerebro para pensar, o mi mano para escribir con ella. Ha de ser bueno que me vea sumido así periódicamente en la inutilidad, pero yo desearía ser apto para que se me concediera el privilegio de una constante actividad. Algunas herramientas no están construidas de una manera lo suficientemente buena para recibir un constante uso; mucho de su tiempo ha de emplearse en reparaciones. Les ruego que oren por mí, para que en mi caso, las reparaciones sean bien hechas, y para que sea fortalecido para desempeñar un mayor y mejor servicio para mi Señor del que le he prestado hasta este momento.
El sermón de esta semana es tocante a asunto muy cercano a mi corazón. ¡Oh, que fuera leído con una atención práctica que fuera conducente a ser implementado! Ganadores de almas es lo que necesitamos en estos tiempos. Todos nosotros platicamos y planeamos lo suficiente, pero vivir en la vida de Dios y salir en el poder divino que se deriva de esa vida para arrancar a los pecadores de la hoguera, son cosas raras en extremo.

Reciban, queridos amigos, el más cálido afecto de su pastor que sufre grandemente,

C. H. Spurgeon

Nota: el sermón al que hace referencia en esta carta el señor Spurgeon se titula: ‘La salvación de las almas ha de ser nuestra única gran ocupación’, y está basado en 1 Corintios 9: 22, que contiene las razones expuestas por Pablo para hacer del evangelismo la mayor prioridad de su ministerio.

“Le pido a cada obrero aquí presente que sea diligente para no dejar de apuntarle a ese blanco, y de apuntar al mero centro del blanco, es decir, ganar almas para Cristo, y verlas nacer para Dios y verlas lavadas en la fuente repleta con sangre. El corazón de los obreros ha de dolerse, y anhelar, y sus gargantas han de clamar hasta enronquecer, pero también han de juzgar que no han logrado nada en lo absoluto hasta que al fin, en algunos casos, los hombre sean realmente salvados.” (El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, No. 1507, 1879)


sábado, 15 de noviembre de 2008

Susana

En adición a sus propios sufrimientos, Spurgeon tuvo que experimentar otro tipo de aflicciones. Su esposa Susana, a quien amaba grandemente, vivió una buena parte de su vida confinada en su hogar y buena parte de ese tiempo en cama. Susana dio a luz a los gemelos Charles y Thomas en el año de 1856 y realmente no se recuperó nunca de ese parto. Casi no escuchó predicar a su marido, pues era incapaz de asistir al Tabernáculo Metropolitano ya que estaba semiparalizada, y tampoco podía acompañarlo a Mentone, excepto en ocasión de la muerte de Charles Spurgeon en ese lugar del sur de Francia. Estas ausencias eran duras de soportar, y eran causa de mucha aflicción para ambos.

"Me probará, y saldré como oro (Job 23: 10)

Spurgeon era un hombre de gran simpatía y sensibilidad. Era capaz de predicar sobre el sufrimiento y la desesperación desde la perspectiva del hombre que había vivido estas cosas y las conocía desde dentro. Podía predicar de Cristo como alguien que había encontrado deleite en Él, aun en los días más oscuros. Spurgeon estaba verdadera y profundamente agradecido por sus aflicciones. Las reconoció siempre como parte de los tratos del Señor con él, y como cosas enviadas para guiarlo a Cristo.

Su hijo, Charles Spurgeon junior escribió: 'no conozco a nadie que pudiera impartir más consuelo a los corazones sangrantes y a los espíritus tristes, de manera más dulce, que mi padre. Así como cuando las flores que son aplastadas producen más aroma, así él, habiendo soportado la larguísima enfermedad de mi querida madre, y habiendo experimentado también constantes dolores en su propio cuerpo, era capaz de identificarse de la manera más tierna con todas las personas que sufrían.'

Debemos dar gracias al Señor de todo corazón por la vida de Charles Spurgeon, por el hombre que llegó a ser a través de todos sus sufrimientos. Es un verdadero héroe de la fe, un hombre que nos presenta un reto por su celo por la causa de Cristo y su disposición a 'gastar de lo suyo y aun él mismo gastarse' (2 Corintios 12: 15) en el servicio de su Señor y su fe ante el horno de aflicción.

Autor: Hugo Collier, pastor de la iglesia bautista de Great Ellingham, Norfolk, Inglaterra. Esta iglesia fue establecida en el año de 1689.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Cartas desde el sufrimiento - No.12

Hotel de la Paix, Menton
24 de Noviembre de 1879

A los diáconos y ancianos

Queridos amigos:

Después de la primera semana fui víctima de esa insidiosa afección reumática que pareciera estar en mi constitución, y he estado enfermo ahora estos nueve días, afectado primero en mi pie derecho y luego en mi mano izquierda. Fue un motivo de grande agradecimiento para mí que el ataque, a pesar de ser doloroso, me sobrevino cuando no se requería que ocupara el púlpito, o que estuviera involucrado en la obra de mi Señor: y, además, fue consolador que estuviera en un clima cálido y seco donde todo está a mi favor. Por la bondad de Dios estoy siendo atendido cuidadosamente por uno de los más hábiles doctores, que ha sido mi amigo por varios años, el doctor Bennet, y con la bendición divina espero recuperarme pronto. Ya puedo caminar, y si no fuera porque mi mano está bastante inutilizada y todo mi brazo muy molesto, podría decir que el ataque ya pasó.
Les escribo no sólo para enviar mi amor a todos mis queridos amigos del Tabernáculo, sino también para mencionarles mi preocupación por el pobre pueblo que ha sufrido por las inundaciones que han ocurrido en el área.
Espero que el Tabernáculo no se quede rezagado en hacer algo para ayudar. Lo dejo a la discreción de los líderes, para que sean ellos los que digan qué hay que hacer. Yo contribuiré gustosamente con 50 libras esterlinas, si consideraran que hay escasez de fondos. Deben formar un comité para ayudar en primer lugar a nuestros propios hermanos pobres, y luego a todos los demás que pudieran estar en necesidad. En todo caso sería muy doloroso para mí estar ausente cuando la necesidad nos apremia, y como estoy ausente en persona, escribo para mostrar que en espíritu no lo estoy.
Confío sinceramente que los hermanos que les han servido en mi ausencia, hayan sido aceptables para los santos, y hayan sido el instrumento de conversión de los pecadores, y que los servicios especiales hayan producido grandes resultados.
No menciono el nombre de nadie en particular en esta breve nota, pero envío mi amor a todos mis muy amados asistentes, diáconos, y ancianos y miembros; nunca han sido más amados que ahora.

Por favor, oren por mí. Que el Señor les bendiga como sólo Él puede hacerlo.

Su amante pastor y amigo de corazón,

C. H. Spurgeon

Nota: Spurgeon regresó a Menton en Noviembre. La inundación a la que hace referencia fue el resultado de una espantosa sequía en el verano. Un posterior clima frío y lluvioso, demoró la maduración de la cosecha, de tal forma que los frutos no se habían cosechado aún en la Navidad, contribuyendo a una seria depresión para la agricultura británica.

Mientras Spurgeon se encontraba ausente, la señora Hillyard, fundadora y patrocinadora de los orfanatos, falleció. Sus últimas palabras fueron: ‘¡Mis niños! ¡Mis niños!’