viernes, 21 de noviembre de 2008

Cartas desde el sufrimiento - No.13

Hotel de la Paix, Menton
4 de Diciembre de 1879

Queridos amigos:

Tenía la esperanza de preparar un nuevo sermón para ustedes esta semana, pero, en vez de eso, he estado completamente fuera de combate, y sumamente imposibilitado de usar mi cerebro para pensar, o mi mano para escribir con ella. Ha de ser bueno que me vea sumido así periódicamente en la inutilidad, pero yo desearía ser apto para que se me concediera el privilegio de una constante actividad. Algunas herramientas no están construidas de una manera lo suficientemente buena para recibir un constante uso; mucho de su tiempo ha de emplearse en reparaciones. Les ruego que oren por mí, para que en mi caso, las reparaciones sean bien hechas, y para que sea fortalecido para desempeñar un mayor y mejor servicio para mi Señor del que le he prestado hasta este momento.
El sermón de esta semana es tocante a asunto muy cercano a mi corazón. ¡Oh, que fuera leído con una atención práctica que fuera conducente a ser implementado! Ganadores de almas es lo que necesitamos en estos tiempos. Todos nosotros platicamos y planeamos lo suficiente, pero vivir en la vida de Dios y salir en el poder divino que se deriva de esa vida para arrancar a los pecadores de la hoguera, son cosas raras en extremo.

Reciban, queridos amigos, el más cálido afecto de su pastor que sufre grandemente,

C. H. Spurgeon

Nota: el sermón al que hace referencia en esta carta el señor Spurgeon se titula: ‘La salvación de las almas ha de ser nuestra única gran ocupación’, y está basado en 1 Corintios 9: 22, que contiene las razones expuestas por Pablo para hacer del evangelismo la mayor prioridad de su ministerio.

“Le pido a cada obrero aquí presente que sea diligente para no dejar de apuntarle a ese blanco, y de apuntar al mero centro del blanco, es decir, ganar almas para Cristo, y verlas nacer para Dios y verlas lavadas en la fuente repleta con sangre. El corazón de los obreros ha de dolerse, y anhelar, y sus gargantas han de clamar hasta enronquecer, pero también han de juzgar que no han logrado nada en lo absoluto hasta que al fin, en algunos casos, los hombre sean realmente salvados.” (El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, No. 1507, 1879)


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