Ahora, justo como Jesucristo llevó, después de Su resurrección, una vida muy diferente de la que había llevado antes de Su muerte, así, ustedes y yo, somos llamados a vivir una vida celestial y espiritual, elevada y noble, viendo que hemos sido resucitados de los muertos para no morir más. Gocémonos y regocijémonos en esto. Comportémonos como quienes están vivos de los muertos, como los hijos felices de la resurrección. No hemos de ser esclavos del dinero, o cazadores que van tras la fama mundana. No hemos de poner nuestros afectos en las impías cosas de este mundo muerto y putrefacto, sino que nuestros corazones deben volar hacia lo alto, como jóvenes pájaros que se han liberado de sus conchas, a lo alto, hacia el Señor y las cosas celestiales en las cuales Él quiere que pongamos nuestras mentes.
La Resurrección de nuestro Señor Jesús. Sermón no.1653
martes, 12 de agosto de 2008
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