sábado, 15 de diciembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta #3
Los remitentes de las cuatrocientas cartas a las que se ha hecho referencia, por supuesto, no eran las únicas personas para quienes los sermones publicados en El Australiano habían servido de bendición. C. H. Spurgeon mismo, en el curso de los años, recibió directamente muchas cartas de contenido similar, y de vez en vez, otros ejemplos de conversión por el mismo instrumento, fueron revelados.
En una carta, un ministro registró un notable caso de conversión. “Yo estaba predicando” -escribió- “en la Capilla Bautista de la Calle Aberdeen, en Geelong, hace unos cuantos años, cuando, al concluir un servicio nocturno, un hombre anciano se acercó al estrado para desearme “buenas noches”. Como era un extraño, le pregunté de dónde venía, y desde hacía cuánto tiempo había conocido al Señor; entonces me contó la historia de su conversión, y la extraña manera por la cual fue conducido al Salvador. Unos cinco años antes de esa noche, mientras cuidaba unas ovejas a algunas millas de distancia de Ballarat, recogió una hoja de un periódico semanal que había volado con el viento sobre las llanuras. Él hojeó unas cuantas frases, y estas lo motivaron a leer más, y luego se encontró leyendo ávidamente un sermón del señor C. H. Spurgeon. ‘Si yo hubiese sabido que era un sermón’, -dijo- ‘antes de comenzar a leerlo, lo habría arrojado lejos’; pero habiendo comenzado el mensaje, quiso ver cómo terminaba. La lectura lo puso a pensar; lo preservó cuidadosamente, y lo leía una y otra vez con profundo interés, hasta que, finalmente, se convirtió en el instrumento que lo condujo a la Cruz. Durante muchos años no había asistido a ningún lugar de adoración, y había sido completamente negligente en cuanto a su alma, hasta que ese sermón fue arrastrado por el viento hasta sus pies.
Ahora, siempre que tiene una oportunidad, asiste a algún servicio bautista; pero este es un raro placer debido a su solitaria vida y a su empleo en la selva. Sin embargo, recibe los sermones semanales, que le alegran y consuelan proveyéndole de alimento espiritual.

1 comentario:

ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA dijo...

QUÉ BENDICIÓN.... CÓMO NOS ALEGRAMOS LOS QUE SOMOS SALVOS DE CADA TESTIMONIO, SABIENDO QUE UN DÍA NOS CONOCEREMOS EN EL REINO DE LOS CIELOS.
QUÉ PRIVILEGIO EL NUESTRO DE PODER PREDICAR Y SEMBRAR LAS BUENAS NUEVAS.
NADA HAY OCULTO QUE NO HAYA DE SER MANIFESTADO.