Carta #1
Una de las cartas recibidas con motivo de la encuesta que hizo el periódico El Australiano para explorar el impacto de los sermones de Spurgeon en el público lector, y ver la posibilidad de bajar las tarifas al anunciante que pagaba un altísimo precio por su publicación, es la siguiente:
“Señor” –escribió un hombre desde una remota parte de Victoria- “habiendo visto un anuncio recientemente en el encabezado de uno de los sermones publicado semanalmente por El Australiano, solicitando que expresemos nuestra opinión en cuanto a su utilidad, me aventuro respetuosamente a ofrecer en respuesta el siguiente comentario simple y breve. He sido durante los últimos cinco años o tal vez más, uno de esos desafortunados que son comúnmente llamados “vagabundos”. Habiendo viajado durante unos cuantos meses en busca de un empleo, entré a una cantina a la vera del camino, con el objeto de tomar una copa y descansar al menos una hora, puesto que estaba muy cansado. Un periódico estaba colocado sobre el mostrador, que contenía un sermón del señor Spurgeon sobre el texto: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo.” Lo leí de principio a fin con creciente interés conforme leía; se adecuaba perfectamente a mi caso. Me despertó a un sentido de mi condición completamente perdida como un pecador del tinte más negro, y, al mismo tiempo, me animó tanto a buscar la misericordia y la paz al pie de la cruz, que no pude resistirme a hacerlo; y humildemente espero no haber buscado en vano. Abandoné la cantina resuelto a no entrar nunca más a ninguna. Desde entonces he gozado de una paz a la que había sido un perfecto extraño. Ahora estudio diariamente la Palabra de Dios y asisto al servicio divino siempre que puedo. Aunque yo era nominalmente un miembro de la Iglesia de Inglaterra, antes de la lectura del sermón al que hago alusión, sólo había asistido una vez a la iglesia desde mi llegada a la Colonia, ahora hace casi siete años. Hasta donde llega mi conocimiento, estos sermones son ampliamente leídos en los distritos alejados; y, en lo que a mí toca, espero con ansias la llegada del periódico semanal –que mi patrono siempre me presta- como el mensajero de gozo y consuelo para mí; y pido a Dios que sea lo mismo para cientos de otras personas también. Sólo quiero pedir, en conclusión, que le dé la expresión de mi agradecimiento humilde y sentido al amigo que paga para la publicación de los ‘anuncios’ que contienen los sermones del señor Spurgeon.”
jueves, 22 de noviembre de 2007
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