"A los hombres no les gusta predicar siempre lo mismo. Hay atenienses en los púlpitos y en las bancas de las iglesias, que no hacen otra cosa sino escuchar algo nuevo. No se contentan con decir repetidamente, una y otra vez, este simple mensaje: "El que cree en el Señor Jesucristo tiene vida eterna." Así que toman prestadas ciertas novedades de la literatura y maquillan la Palabra de Dios con palabras enseñadas por la sabiduría humana. Envuelven en misterio la doctrina de la expiación. La reconciliación por medio de la sangre preciosa de Jesús deja de ser la piedra angular de su ministerio. Su propósito principal es adaptar el Evangelio a los deseos enfermizos y a los gustos de los hombres, por encima de cualquier intención de reformar la mente y renovar el corazón de los hombres, para que puedan recibir el Evangelio tal como es. No podemos decir adónde van a parar los que dejan de seguir al Señor con un corazón verdadero e íntegro, descendiendo desde una profundidad a otra mayor, hasta que son recibidos por la negrura de la oscuridad, a menos que la gracia lo impida.
Tomado del sermón La Vieja, Vieja Historia.
viernes, 21 de septiembre de 2007
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