jueves, 11 de abril de 2013

Una nota de ánimo para los apáticos


 Sería una señal muy bendita de gracia si cada uno de nosotros sintiera en este día lo siguiente: “Tal vez haya algo más que yo pudiera hacer por Cristo; lo haré de inmediato. Tal vez haya algo que yo pudiera darle a Cristo: algún departamento de la obra cristiana recibirá una donación especial de parte mía. Tal vez tenga un talento que no he usado nunca como una vieja espada que cuelga sin pulir, y en este día de batalla cada arma debe ser usada y yo no he usado la mía. Ahora, delante del Señor alzo mi mano al cielo y pido que si tengo cualquier cosa, aunque sea el más mínimo talento, que no haya usado, que Él me ayude a usarlo de inmediato”. Este es un mundo tan oscuro que no debemos desperdiciar la más pequeña linterna. La noche es tan oscura que incluso una luciérnaga no debe rehusar proyectar su débil rayo. Cada uno de nosotros debe prestar un servicio personal a Cristo. ¿No saben que todos los miembros del pueblo de Dios son sacerdotes? Estos sacerdotes mentirosos de hoy en día se ponen sus llamativos atavíos tal como los sacerdotes de Baal, y pasan al frente diciendo: “Nosotros somos sacerdotes”. Serán sacerdotes de Dagón, sacerdotes de Baal o sacerdotes del infierno, pero no sacerdotes de Dios. Los sacerdotes de Dios son aquellos que viven de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo, y todo varón y toda mujer aquí presentes que amen a Jesús son sacerdotes para Dios. Oh hermanos, Dios quiere que todos ustedes actúen como sacerdotes, y no que digan: “Tenemos un ministro, que sirva él a Dios por nosotros”. 
C. H. Spurgeon - sermón #734

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