Sería una señal muy bendita de gracia si cada
uno de nosotros sintiera en este día lo siguiente: “Tal vez haya algo más que
yo pudiera hacer por Cristo; lo haré de inmediato. Tal vez haya algo que yo
pudiera darle a Cristo: algún departamento de la obra cristiana recibirá una
donación especial de parte mía. Tal vez tenga un talento que no he usado nunca
como una vieja espada que cuelga sin pulir, y en este día de batalla cada arma
debe ser usada y yo no he usado la mía. Ahora, delante del Señor alzo mi mano
al cielo y pido que si tengo cualquier cosa, aunque sea el más mínimo talento,
que no haya usado, que Él me ayude a usarlo de inmediato”. Este es un mundo tan
oscuro que no debemos desperdiciar la más pequeña linterna. La noche es tan
oscura que incluso una luciérnaga no debe rehusar proyectar su débil rayo. Cada
uno de nosotros debe prestar un servicio personal a Cristo. ¿No saben que todos
los miembros del pueblo de Dios son sacerdotes? Estos sacerdotes mentirosos de
hoy en día se ponen sus llamativos atavíos tal como los sacerdotes de Baal, y
pasan al frente diciendo: “Nosotros somos sacerdotes”. Serán sacerdotes de
Dagón, sacerdotes de Baal o sacerdotes del infierno, pero no sacerdotes de
Dios. Los sacerdotes de Dios son aquellos que viven de entre los muertos por el
poder del Espíritu Santo, y todo varón y toda mujer aquí presentes que amen a
Jesús son sacerdotes para Dios. Oh hermanos, Dios quiere que todos ustedes
actúen como sacerdotes, y no que digan: “Tenemos un ministro, que sirva él a
Dios por nosotros”.
C. H. Spurgeon - sermón #734
No hay comentarios:
Publicar un comentario