4. ¿Qué consideraciones prácticas debería traer
a nuestras mentes este asunto de la santificación?
Sin santidad nadie
verá al Señor (Hebreos
12: 14).
a) Por lo pronto, ¡hemos de estar atentos al peligro de no
ser santos! Sin santificación no hay salvación. ¡Qué enorme cantidad de la así
llamada religión es perfectamente inútil, carente de verdadera santidad!
¿Cuáles son nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestros deseos? Esta es la
gran pregunta que nos pone a prueba.
b) Si queremos ser santificados, debemos ir a Cristo como
pecadores, y contarle nuestra desesperada necesidad.
c) Debemos continuar tal como comenzamos: debemos ir a
Cristo una y otra vez. Él es la cabeza desde la cual cada miembro de Su cuerpo
ha de ser abastecido. Los creyentes que aparentan estar estancados en la
santificación generalmente están descuidando la regular comunión con Cristo.
d) No debemos esperar demasiado de nuestros corazones en
esta vida. Éramos pecadores cuando iniciamos en este camino y descubriremos que
seguimos siendo pecadores conforme avancemos: ciertamente hemos sido renovados, perdonados
y justificados, pero seguimos siendo pecadores hasta el final.
e) Con todo, hemos de esforzarnos por alcanzar la máxima
norma de santidad. La santidad es felicidad, y los que pasan más
confortablemente por la vida son los creyentes que son santificados. “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no
hay para ellos tropiezo (Salmo 119: 165).
J. C. Ryle – Aspectos de la Santidad
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